Hace unos días les hablaba del libro de Lloyd Llewellyn-Jones sobre los persas y les decía que su historia, como la de cualquier gran imperio, está repleta de traiciones, luchas de poder y enfrentamientos. No eran raras las venganzas y los castigos crueles. El escafismo, o la tortura de la barca, es quizás uno de los más impresionantes y brutales, no sólo de ese tiempo, sino de toda la historia.
El gran rey persa siempre estaba amenazado, pero cuando se acercaba su muerte o durante sus primeros tiempos, antes de consolidar su estatus, la cosa era todavía peor. Se mataban por decenas y todos jugaban su partida en torno al poder.
La corte aqueménida tenía a la familia como centro, y por ello no era extraño que las madres conspiraran contra alguno de sus hijos, que los hermanos se asesinaran o que los tíos pasaron por encima de los sobrinos para conseguir sus objetivos. La crueldad de estas acciones es increíble. De nuevo, nada raro en la historia, al fin y al cabo, el ser humano siempre ha destacado en la creatividad aplicada a la generación de sufrimiento.
El escafismo, o la tortura de la barca tiene como referencia histórica la muerte de Mitrídates
Al morir Darío II, su hijo Artajerjes II peleó por el trono con su hermano menor, Ciro el Joven, y este segundo perdió. Uno de los hombres en el bando vencedor, Mitrídates, presumía de haber herido a Ciro en la definitiva batalla de Cunaxa, en el 401 a.C.. Tras la muerte de Ciro, su madre, Parisátide, arrancó una serie de acciones de venganza que ríase usted de las historias de la mafia. Tras un tiempo, Mitrídates fue entregado a Parisátide y esta le aplicó un terrible castigo que se conoce como escafismo o la tortura de la barca.
Bien es cierto que se dice que hay parte de leyenda en torno a este hecho y que las fuentes griegas pueden ser exageradas, pero en cualquier caso es una idea sorprendente por lo rebuscado de la forma para causar sufrimiento. El escafismo también se conoce la tortura de la barca, o la artesa. Ahora verán por qué. El objetivo era que alguien se pudriera lentamente en sus propios excrementos, comido por los gusanos y hasta mordisqueado por las alimañas.
Mitrídates tardó 17 días en morir, más de dos semanas de puro sufrimiento
Lo que se cuenta que hicieron con Mitrídates fue llevarlo a las afueras de la ciudad, donde se había cavado un hoyo en el que se había introducido una pequeña barca de remos. Ataron las manos y las piernas de condenado y lo tumbaron bocarriba, dejando la cabeza fuera de la barca. Luego colocaron otra barca encima, como formando una caja, que dejaba al aire tan sólo la cabeza del pobre hombre. Además, cubrieron las barcas con barro. Las extremidades de Mitrídates, recuerden, estaban atadas, por lo que estaba básicamente inmovilizado.
Durante días, Mitrídates fue alimentado a la fuerza. Le daban una mezcla de leche y miel que vertían por su boca y por toda su cara. Los horrores se acumulaban. El sol le abrasaba la cara. Las moscas y otros insectos le cubrían la cara y se introducían en su nariz y en su boca. Esa dieta le provocó una diarrea y también los gusanos y los insectos proliferaban dentro de la barca. Murió tras 17 días de esta tortura.
Cuando abrieron la caja quitando la barca superior, no sólo los insectos y los gusanos habían hecho suyo el cuerpo, sino que algunas ratas se habían colado en el espacio y había roído al inmóvil condenado. Un auténtico horror. Me recuerda a la idea de enterrar a alguien vivo en vertical pero dejando la cabeza por encima de la superficie, que quizás he visto en algún western. Pero aun siendo similar, el escafismo me parece todavía más rebuscado y maligno.
Los Borbones y sus antepasados durante siglos han hecho lo mismo, asesinando con sus propias manos a sus hijos, cónyuges o hermanos, para conservar o acceder al poder; incluyendo a Doña Urraca y familia, Pedro El Cruel, Fruela I, Alfonso IV, hasta el actual rey emérito. Recomiendo el libro «La Huella Perenne» del conocido siquiatra, historiador y escritor Francisco Herrera Luque, que documenta de manera científica las taras mentales de toda esa estirpe.
La escena que se evoca de alguien enterrado con sólo la cabeza fuera aparece en el filme de Nagisa Ōshima de 1983 «Feliz Navidad, Mr. Lawrence», basada en la novela de Laurens van der Post The Seed and the Sower, David Bowie personificó a Jack Celliers, un prisionero de guerra australiano en un campo de internamiento japonés donde la homosexualidad y el choque cultural es el tema de fondo. Otro músico, Ryuichi Sakamoto, interpretó al comandante del campo, que se sentía minado y a la vez atraído por el comportamiento estrafalario de Celliers; y quien, finalmente, aplica a Celliers la mencionada forma de muerte; aunque dejando ver su atracción sexual hacia el condenado.
Gracias, Joaquín, por las referencias.
https://www.vanitatis.elconfidencial.com/casas-reales/2021-03-29/rey-juan-carlos-muerte-hermano-alfonso-pistola_3008244/
Por algo, el propio padre de ambos dudaba de lo «accidental» del homicidio