No conocía los detalles de esta historia que se cuenta en el libro Falsos camaradas, escrito por Fernando Hernández Sánchez y publicada por la editorial Crítica. Trata sobre cómo la policía se infiltró en las organizaciones comunistas en la década siguiente a la Guerra Civil y las anuló. Esas organizaciones trataban de levantarse tras perder la guerra y de movilizar a sus simpatizantes, pero la policía estaba tan dentro de ellas que los golpes eran constantes e importantes, generando sospechas y desconcierto. No olviden que era la España donde las trampas de Franco para arrasar en las elecciones o las torturas policiales eran algo que se podía hacer sin mucha contestación.
El autor menciona en algún momento a G. K. Chesterton, por una historia de El hombre que fue jueves. En ella, se habla de alguien que es reclutado por Scotland Yard para infiltrarse en un grupo anarquista. Una vez conseguido el primer paso, que era ser aceptado, va subiendo en la organización hasta llegar a la cúpula, que dirige y toma las decisiones importantes. De los siete miembros de ese comité directivo, cinco eran policías o agentes infiltrados. Esta historia de Chesterton es pertinente en este libro, que no es ficción, ya que tiene ciertos paralelismos con esa guerra de la policía franquista contra los grupos de izquierdas que, tras la Guerra Civil Española, trataban de organizarse en territorio español.
Muchos de esos antifranquistas volvían del exilio a finales de los años 40, con la esperanza de empujar organizaciones comunistas, sumándose a los hombres y mujeres que se movían en la clandestinidad. Desde dentro de España, trataban de imprimir y distribuir diferentes publicaciones para diseminar sus ideas y generar un movimiento antigubernamental o, con suerte, forzar alguna huelga. Soñaban con acciones más impactantes, pero estaban lejos de lograrlo y no pasaban de poner alguna bomba casera en los escaparates de las tienda de comida algo más lujosas.
Falsos camaradas, de Fernando Fernández Sánchez cuenta de manera detallada una historia real que bien podía ser una novela de intriga
Frente a estas intenciones, la realidad era que una vez tras otra los activistas eran detenidos, encarcelados y, muchas veces, sentenciados a muerte. Sólo en 1947 más de 2.000 antifranquistas fueron detenidos. De ellos, 46 fueron sentenciados a muerte. Estos éxitos de la policía desmoralizaban a los activistas comunistas y complicaban su trabajo. En ocasiones, el mismo día que volvían del exilio de manera clandestina, eran detenidos. Una y otra vez, caían en manos de las fuerzas del orden franquista. Y tras esas detenciones, por supuesto, torturas y cárcel. Ahí algunos se convertían en confidentes. ¿Por qué ocurría todo esto? Por lo que les contaba al comienzo sobre la historia de Chesterton.
Esas organizaciones comunistas estaban infiltradas por la policía y además tenían delatores, traidores. Esos policías metidos entre los comunistas se movían en el centro de todo, consiguiendo éxito tras éxito para sus currículum. Uno de esos policías era Roberto Conesa, uno de los miembros más conocidos de la Brigada Político-Social, que alargó su carrera hasta la democracia.
Esta atractiva historia de infiltrados, activistas, policías y traidores, la explica con todo detalle el historiador Fernando Hernández Sánchez en este libro. Dando nombres concretos, exponiendo biografías y explicando situaciones para ir poco a poco poniendo todas las piezas que al ponerse boca arriba configuran la historia de la que hemos hablado. Una buena historia bien contada. Un libro, en definitiva, muy interesante, sobre una época de España apasionante, y con unos sorprendentes hechos históricos como base.