Los estudios meteorológicos han sido determinantes en muchas situaciones históricas en general, y bélicas en particular. El día D, sin ir más lejos, fue el 6 de junio de 1944 porque los hombres del tiempo del ejército aliado pronosticaron que era el mejor momento para llevarlo a cabo. El uso de globos aerostáticos para medir las condiciones de la atmósfera fue algo habitual, pero cómo recuperaban el instrumental de medición atmosférica después de lanzarlo es una muestra de fe en la gente.
Los globos se han usado para bombardear y para proteger poblaciones, casi desde su creación. En la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, se utilizaron para interceptar ataques aéreos de las famosas bombas volantes, para provocar incendios, para espionaje y para vigilancia. Como veremos, también para medir la situación de la atmósfera y así hacer pronósticos sobre la meteorología, que servían para planificar misiones y ejecutarlas en el mejor momento.
Las acciones aéreas, especialmente, han ido unidas a las previsiones meteorológicas durante mucho tiempo. A medida que mejoraba el trabajo de los científicos y daban mayor certeza a sus informes, se aumentaba la seguridad y efectividad de las misiones aéreas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el recién creado Instituto de Meteorología de Chicago contribuyó de manera notable a dotar al ejército de información y conocimientos para poder hacer esas previsiones de la forma más acertada posible.
Para obtener mediciones de la atmósfera y poder seguir investigando, los científicos lanzaban pequeños globos aerostáticos con algunos medidores básicos. Así sabían la fuerza y la dirección del viento, la temperatura y la humedad en las capas altas de la atmósfera. Esas mediciones se enviaban a tierra por radio y así los científicos podían comprender mejor el funcionamiento del sistema meteorológico y hacer sus predicciones más precisas.
Como cuenta Malcolm Gladwell en su magnífico libro El clan de los bombarderos, la presión atmosférica baja a medida que se gana altura y eso hacía que el globo acabara explotando. La caída de los restos, incluido todo el material de medición, era incontrolable, así como la propia navegación del globo una vez liberado. En definitiva, no había forma de saber dónde iban a acabar los aparatos de medición. Sólo había una forma de recuperar todos esos instrumentos, que al fin y al cabo eran valiosos y suponían una inversión por parte de la universidad.
Por eso, confiando en la colaboración popular, todos los instrumentos llevaban grabado un mensaje:
Por favor, ¿podría devolver esto a la Universidad de Chicago?
Además de este mensaje, estaba la dirección de la propia universidad.
No he podido encontrar registros sobre cómo de colaborativa era la gente y cuántas veces volvían los aparatos a la universidad. Eso contando con que no cayeran en zonas deshabitadas, en el mar o en lugares poco frecuentados. En cualquier caso, no había soluciones mejores en esa época sin GPS ni sistemas similares que pedir, con fe, ayuda a la gente.
Fuente de la imagen: UChicago news
Estoy leyendo un magnífico libro sobre los persas, escrito por Lloyd Llewellyn-Jones (enlace afiliado), recién… Leer más
La censura ha existido desde el principio de los tiempos, o al menos desde que… Leer más
A finales del siglo XIX, haber creado la tabla periódica permitió a Mendeléyev tener una… Leer más
El escándalo del Watergate tuvo lugar en los primeros años de la década de los… Leer más
Jacobo II fue rey de Escocia desde 1437 hasta su muerte en 1460. Había nacido… Leer más
Desde hace unas semanas podemos leer el último libro, hasta ahora, de Gabriel García Márquez.… Leer más
Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando este sitio web, aceptas su uso. Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta nuestra política
Más info
Ver comentarios
Si,si...como para fiarse. ¿Recuerda usted la escena inicial de La ameanza de Andrómeda?:-)
Arg... ahí me has pillado. No he visto la película ni leído el libro con ese título. Cuando lo vea seguro que me acordaré de este comentario tuyo y ataré cabos.
Un saludo.