Martín Álvarez Galán fue un extremeño nacido en 1766. De esta tierra de conquistadores, como decía Robe, salieron hombres que cruzaron el Atlántico y fueron más allá. Gigantes metafóricos y gigantes literales. Pero también salieron marineros que sin llegar tan lejos, literalmente, se ganaron la fama en un barco. La fama e incluso el reconocimiento de un enemigo, como Álvarez Galán, el extremeño que asombró a Nelson por su valor tras defender hasta la muerte su bandera.
Álvarez Galán, el extremeño que asombró a Nelson por su valor (casi) murió rodeado por el enemigo, acabó con varios para no entregar su bandera
Álvarez Galán se alistó en el Real y Glorioso Cuerpo de Infantería de Marina. ¿Quién no lo haría con ese nombre de unidad?, y participó en varias acciones antes de su momento histórico. Embarcado en el Gallardo, por ejemplo, estuvo en la toma de Tolón. Pasó por otros navíos y aventuras, hasta que el primer día de febrero de 1797 pasó a la tripulación del San Nicolás de Bari.
A bordo de él se vio en la batalla del Cabo de San Vicente el día de los enamorados de ese mismo 1797. Frente a la costa del Algarve, en Portugal, los españoles se enfrentaron a los británicos. De nuestro lado comandaba José de Córdova y Ramos y del suyo John Jervis. Entre los suyos estaba Nelson, que era el comodoro del HMS Captain y pasó de las órdenes de su mando e hizo un poco lo que quiso.
La escuadra española perdió el combate y la última orden que Álvarez Galán recibió de su comandante fue que nadie se rindiera, sino después de muerto. Y el extremeño se lo tomó a pecho. El HMS Captain, el barco de Nelson, abordó el San Nicolás de Bari y a pesar de estar vencido, Álvarez Galán empuñó su bandera y se negó a rendirse. Rodeado y con los ingleses azuzándole, nuestro protagonista, sable en mano, se mantenía retador.
El sable de Álvarez Galán está en el Museo Naval de Londres, hay barcos con su nombres y los artistas han pintado su gesta
El sargento mayor Norris, de los de Nelson, osó acercarse demasiado a Álvarez Galán y recibió un sablazo que lo dejó seco. Del mismo golpe el sable quedó trabado en la madera y en lo que sacaba el acero de la madera, se le echaron encima los otros. Tuvo que pasar del sable al fusil, aunque usado como garrota. Así desgració a otros dos o tres enemigos. Al final, viendo que no había quien se acercara al extremeño, le dispararon y cayó sobre la cubierta, echando sangre malherido. Por cierto, que su sable se encuentra en el Museo Naval de Londres, que no es poca cosa.
Lo dieron por muerto y lo iban a lanzar por la borda cuando vieron que aún vivía. Nelson, aceptando que había combatido con valor y que había defendido su bandera con su vida, pidió que lo llevaran a Lagos, en Portugal, para hacer por él todo lo que se pudiera.
Se salvó y fue liberado, volviendo a España y a la marina. Por aquella acción su país también lo reconoció con una distinción y una pensión vitalicia. Que tampoco le supuso mucho coste al Estado español, porque en 1801 Álvarez Galán murió en Brest, en Francia, por una caída.
En 1848 se estableció que en lo sucesivo hubiera permanentemente en la Armada un buque que se denominara Martín Álvarez. No hace mucho el pintor español Ferrer Dalmau le dedicó un cuadro titulado Mi bandera, que es la imagen que acompaña esta entrada.