El último trago, de Daniel Okrent

El último trago, de Daniel Okrent

Hay experimentos sociales que son interesantes porque son la única forma de ver y comprobar en su total dimensión determinados comportamientos humanos, políticas, reacciones sociales… Les llamo experimentos, pero no lo son, porque no se hacen como tales. Estoy pensando en situaciones como la vida en la Corea del Norte actual, la Rusia estalinista, lo que hemos vivido en la propia pandemia o de lo que trata el libro que les recomiendo hoy, la ley seca en Estados Unidos. El libro en cuestión es El último trago, de Daniel Okrent, y es una historia detallada de la ley seca y de todo lo relacionado con ella.

El último trago, de Daniel Okrent, comienza mucho antes de 1920, cuando comenzó la ley seca, porque su historia también comienza mucho antes

El 17 de enero de 1920 entró en vigor la prohibición, como también se conoce a la ley seca. Desde justo un año antes se sabía que, llegado ese día, todo el alcohol que podías consumir era el que tuvieras en tu casa. No podrías comprarlo ni consumirlo en ningún local. En teoría. Pero la historia de esta enmienda a la constitución estadounidense comenzó mucho antes, y tuvo una trayectoria interesantísima. Toda una lección de política y de influencia que Okrent expone con claridad y que muestra la gran partida de ajedrez que se jugó entre muchos intereses y visiones diferentes y encontradas.

Las poco más de 100 palabras de la enmienda cambiaron el país de la base a las élites. Esas palabras arruinaron negocios, hundieron a políticos, salvaron vidas, acabaron con otras, crearon nuevos negocios, a menudo ilegales, auparon a otros políticos, cambiaron costumbres diarias… En resumen, el alcohol estaba tan metido en la sangre de los estadounidenses que alterar ese factor afectó a toda la sociedad y en multitud de modos.

Un gran parte del libro tiene que ver con la política y los tejemanejes de secos y húmedos para sumar peso en los órganos de decisión. Muchos secos con influencia política apoyaron a demócratas y republicanos según su interés, sin mirar realmente la ideología. Esto se da también en la política actual y, en España al menos, puede uno ver muchos casos similares. Casi se puede seguir aún hoy paso por paso lo que hicieron los secos hasta conseguir su objetivo en algunos políticos de nuestros días.

Hay mucho más que gánsters y locales nocturnos en los negocios ilegales que surgieron con la ley seca

Había húmedos que además de la bebida pensaban que todos los impuestos no recaudados con ese comercio tendrían que venir de otro lado, y eso condicionaba su posición. La religión tuvo mucha influencia en cada bando y no pocos secos eran fanáticos religiosos. En muchos aspectos, la ley seca se tomó casi como una religión. Y esto generó personajes realmente interesantes, no digo buenos, digo interesantes, que Okrent nos presenta y sigue por todo el libro, porque fueron los protagonistas reales. Hoy quizás nadie se acuerde de ellos, pero cambiaron la vida, para bien o mal, de millones de personas.

La mayoría de nosotros, cuando oímos hablar de la ley seca, traemos enseguida a la cabeza a Al Capone y a los mafiosos en general. Esto, que está en el libro, es sólo una pequeña parte. Hubo muchos más haciendo negocios, más o menos ilegales, en torno al alcohol. Rabinos y el vino con fines religiosos. Productores de zumos que sabían que lo que vendían se convertiría en alcohol fácilmente. Desalmados que vendían productos industriales o alteraban bebidas con sustancias que causaron muchísimas muertes. Contrabandistas, por supuesto. Policías y jueces aplicados, y policías y jueces corruptos. Médicos, farmacéuticos… y, que no falten, bares y locales donde se servía alcohol sin mucho disimulo. Todo esto nació y vivió con la ley seca.

Como decía, la ley seca es un gran experimento social llenos de lecciones. Y lo que hace El último trago, de Daniel Okrent, es contarlo todo, de inicio a fin. De hecho, hablamos de un libro de más de 660 páginas si incluimos notas y anexos. Pero el tema es tan interesante y transversal, que no hay hueco para la insustancialidad.

Daniel Okrent fue el primer editor responsable de buenas prácticas en The New York Times y ha sido editor en Time Y Life, además de en el mundo editorial. Este El último trago ha ganado el premio al mejor libro de historia de la American Historial Association. Es un libro para disfrutar con calma, como un viejo coñac que hay casi que masticar. Exprime maravillosamente ese gran experimento social que fue la ley seca, que, por cierto, acabó con otra enmienda en la constitución estadounidense. La 21ª enmienda tiene 3 puntos y el primero deroga la 18ª enmienda. Es de 1933, así que la ley seca duró 13 años. Mucho tiempo.

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