Quemar libros, de Richard Ovenden

Quemar libros, de Richard Ovenden

Los libros son, además de entretenimiento, una forma de almacenar y compartir cultura, conocimiento y pensamiento. Por eso no es de extrañar que desde hace siglos y siglos la destrucción deliberada de ellos sea una forma más de atacar a sociedades, religiones o grupos sociales. Sobre la historia de la destrucción deliberada del conocimiento trata esta recomendación que les hago hoy: Quemar libros, de Richard Ovenden.

Quemar libros, de Richard Ovenden, recoge el empeño de la humanidad por acabar con las ideas y el conocimiento de otros

Aunque la cultura popular tiene la quema de la biblioteca de Alejandría como el hecho paradigmático de la historia de la pérdida de libros y textos, hay muchos casos más. Ataques a bibliotecas y archivos son casi una línea continúa de entonces a hoy. A menudo, esos ataques son mucho más intencionados que aquella desgracia antigua y por lo tanto más vergonzantes para quien los llevó a cabo. Hay infinidad de obras que se han perdido y de las que no sabemos nada. Y hay otras muchas de las que tan sólo sabemos que existieron. Por referencias, porque se ha mantenido alguna cita o extracto, o porque aparece en algún catálogo o índice.

Las luchas de religión del siglo XVI tuvieron su versión de la búsqueda y destrucción de obras de un lado y otro. Se estima que, tan sólo en las islas británicas, más del 70% de las bibliotecas se perdieron con la Reforma. También se quemaron en esos siglos por Europa muchos registros de propiedades con actas feudales, datos históricos de pagos de tributos… Al fin y al cabo, conocimiento que se fue para siempre.

En las guerras, igualmente, las bibliotecas han salido ardiendo. Cuenta Ovenden el caso de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en la Guerra de Independencia y la de la Universidad de Lovaina en la Primera Guerra Mundial, por citar alguna. Esta última tuvo su lugar incluso en la impresionante extensión del Tratado de Versalles. Por otra parte, cuando la guerra tiene un componente racista o nacionalista, el resultado es aún peor.

Aunque la pérdida histórica es irreparable, hay héroes y situaciones que han salvado muchos ejemplares y por lo tanto historias y conocimiento.

La persecución de los judíos y la destrucción de sus textos es una de las partes del libro más emocionantes. No por la destrucción, sino por la lucha por salvar todo lo posible. El caso de la Biblioteca de Sarajevo, por otra parte, es tan cercano que aún lo recordamos. Con los francotiradores apostados para que los bomberos no pudieran trabajar y nadie pudiera salvar los fondos de la biblioteca. Así llegamos hasta la guerra de Irak de finales del XX.

Aunque la pérdida histórica es irreparable, hay héroes y situaciones que han salvado muchos ejemplares y por lo tanto historias y conocimiento. Hubo un tiempo en que se aprovecharon materiales y libros condenados para encuadernar otros. Y así, textos religiosos que se trataban de destruir han sobrevivido dentro de las encuadernaciones de otros libros. Las encuadernaciones se reforzaban con papel o pergamino de desecho y de esa forma han llegado a nosotros algunas partes. Sólo restos, pero es una idea maravillosa. Algo así como libros salvando dentro de sí a otros libros.

La historia del gueto de Vilna es, quizás, mi favorita del libro. La lucha de la Brigada del Papel, entre 1942 y 1943, que ocultó y salvó miles de libros y documentos de todo tipo: dibujos, redacciones infantiles, fotos, poemas, canciones… Los escondites fueron variados y, afortunadamente, útiles. Incluso los tubos del órgano de una iglesia sirvieron para salvar de la Gestapo a algunos papeles.

Hay tantas formas y motivos para acabar con bibliotecas y archivos que la historia se repite hasta ayer por la mañana

Richard Ovenden es bibliotecario y trabaja en las Bibliotecas Bodleianas de Oxford, que tienen más de cuatro siglos de historia. Sabe bien de lo que habla, por tanto, y defiende tanto las bibliotecas como los archivos como parte esencial de nuestra historia como humanidad.

Ovenden no hace una narración exhaustiva de todos los ataques a los archivos y bibliotecas. Más bien hace un recorrido por la historia de estos hechos, escogiendo los más importantes y significativos, ilustrando así cada vez una forma de pérdida. Por una guerra, para extinguir una raza o grupo social, por afán destructor, por interés político o, por ejemplo, porque un autor quiere quemar toda su obra, como fue el caso de Kafka. También hay reflexiones sobre el momento digital que vivimos y sus implicaciones en el tema.

Este viaje es espléndido, con buenas historias, reflexiones que merece la pena hacerse y que de la mano de los hechos históricos nos muestran que la misma tragedia se repite siglo tras siglo. Hasta ayer por la mañana, como bien sabemos. Muy recomendable lectura.

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