Luis Valle de la Cerda, que nació en torno a 1540, ha pasado a la historia, principalmente, por su labor al servicio de Felipe II en el entorno económico. Este funcionario fue miembro del Consejo de Hacienda y proyectó algunos cambios importantes. Además Valle de la Cerda, el español buscado por los ingleses mientras lo tenían preso también fue un gran criptoanalista. Esas labores criptográficas lo habían convertido en objetivo enemigo y de ellos escapó tras ser capturado, sin que los enemigos supieran que lo tenían.
Valle de la Cerda fue un destacado hombre en la corte de Felipe II
A caballo entre Felipe II y Felipe III, tomó una idea que ya habían expuestos dos flamencos, Pedro de Oudergherste y Pedro van Rottis, y acabó de definirla. Publicó en un libro su propuesta sobre lo que venía a ser una serie de entidades repartidas por el país y dedicadas al préstamo, respaldadas por un banco nacional. El objetivo: favorecer y abaratar el crédito. Esto es lo que se puede leer en su biografía en la mayoría de los sitios.
El libro, de 1600, se titulaba Desempeño del patrimonio de su Majestad y de los reynos sin daño del Rey y vasallos, y con descanso y alivio de todos. Por medio de los erarios públicos y montes de piedad. Tras su muerte en 1607, el proyecto siguió dando vueltas, pero ese banco nacional y sus montes de piedad encontraron muchas trabas en el camino y nunca cuajaron del todo.
Antes de ese año 1600 y de ser parte del Consejo de Hacienda, Valle de la Cerda sirvió a la corona española de otros modos más cercanos a la acción que a la economía. Tanto es así, que otra de sus obras es Avisos en materia de estado y guerra para oprimir rebeliones y hazer pazes con enemigos armados o tratar con súbditos rebeldes. De esa vida anterior, sabemos que se graduó en la Universidad de Salamanca y que los asuntos en los que se vio envuelto por Europa, al servicio de Felipe II, eran importantes y requerían la confianza plena del rey.
Sus labores criptográficas lo convirtieron en objetivo enemigo
Valle de la Cerda, cuando tenían tan sólo 18 años, ya sirvió a Alejandro Farnesio como perlustrador, o lo que es lo mismo, como criptoanalista. Es decir, se ocupaba especialmente de la ruptura de cifras y códigos enemigos. Descifraba los mensajes capturados. Esto denota un conocimiento de la criptografía y de las lenguas más que notable. Descifró varias cartas del rey francés Enrique III que habían caído en manos españolas, probablemente por vías poco limpias, y se ganó un buen renombre.
Valle de la Cerda es uno de los españoles con nombre propio dentro de la historia de la criptografía.
Su capacidad como criptoanalista llegó hasta los oídos del propio Felipe II y este lo mandó ir a la corte. Dejó Flandes, donde servía a Farnesio, por una corta temporada. Se instaló en Madrid a las órdenes directas de Juan de Idiáquez, uno de los hombres más importantes dentro del estado filipino. Idiáquez era Secretario del Consejo de Estado.
Tras la etapa en Madrid, volvió a los Países Bajos, donde siguió con las labores criptográficas. Tuvo éxito con la ruptura de la clave de la correspondencia inglesa y su fama se hizo demasiado peligrosa, ya que colocó a Valle de la Cerda entre los objetivos de los enemigos de su rey. Algún traidor delató su nombre y posición como descifrador, por lo que se vio obligado a mantenerse discreto y simular otras ocupaciones. Aún así, se convirtió en un objetivo a capturar.
Valle de la Cerda, el español buscado por los ingleses mientras lo tenían preso, se liberó a costa de su propio dinero
Estando su cabeza puesta en la lista de los hombres buscados por los servidores de Isabel I de Inglaterra, cayó en manos inglesas. Sabedor de que tendría serios problemas si sus enemigos sabían que habían capturado a un criptógrafo de su categoría y de tan alta posición en el imperio español, fingió ser otro. Parece que Valle de la Cerda, el español buscado por los ingleses mientras lo tenían preso, además de buen criptógrafo era buena actor. Convenció a sus captores de que era otro.
La suerte le acompañó y fue capaz de mantener la mentira sobre su identidad durante todo el cautiverio, que acabó a costa de dinero propio. Ya saben que en aquel tiempo los prisioneros se liberaban a menudo pagando una cantidad de dinero, más alta la cantidad cuanto más alta era la posición del preso.
Al parecer, a la vez que estaba preso, la reina inglesa ofrecía una interesante cantidad por el criptógrafo español. Sabiendo esto, fue todo un éxito salir de las manos de sus captores sin que se descubriera su verdadera identidad. Si la recompensa era alta, seguro que era porque los ingleses lo querían fuera del juego del espionaje.
Siguió trabajando en el ámbito criptográfico con éxito un tiempo, hasta que en 1606 el rey le otorgó un cargo dentro del Consejo de la Santa Cruzada como contador, donde también destacó, como decíamos al principio.
¡Que retrato más interesante, muchas gracias!
Gracias a ti, Antonio, por comentar.