En sus últimas horas de vida, Adolf Hitler hizo algo que uno suele hacer mucho antes en su vida, casarse. Y también hizo algo acorde a esos momentos finales, un testamento. Después de casarse con Eva Braun, Eva Hitler a partir de aquel momento, hubo una triste y corta celebración, si se pudiera llamar así. Y tras recordar los buenos tiempos con los pocos que quedaban a su lado, se quedó a solas con su secretaria, Frau Gertrude Junge. Al dictado esta escribió el testamento y las últimas voluntades de Hitler.
El testamento y las últimas voluntades de Hitler, fueron dictadas en el búnker, tras decidir suicidarse. Trataba de justificar el pasado y marcar el futuro
Sabía que tras más de 12 años al frente de Alemania, aquel periodo se acababa y con él su vida. Llegados a ese punto y tras conocer lo que le había pasado a Mussolini y a su amante, Clara Petacci, sólo contemplaba la muerte. Pero antes de suicidarse quería dejar su visión del pasado para la posteridad y sus deseos para el futuro. Ya había matado a su perra Blondi.
Algunos de los puntos más destacados de este testamento y de las últimas voluntades de Hitler los reproduzco a continuación. Los judíos y el judaísmo internacional tenían la culpa de todo, según él:
[…]No es cierto que yo, o alguien más en Alemania, quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses judíos.[…]
Tampoco he deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada. Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.
Tras culpar a los judíos de todo, expone su esperanza de que la lucha siga en el futuro
En los siguientes párrafos deja claro que quiere morir en Berlín y que no está dispuesto a ser capturado, suicidándose antes:
Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.
Por tanto, he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Führer y la propia Cancillería, no pueda ser más defendida.
Esperaba que la lucha continuara sin él, y pasado un tiempo:
A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.
Ajustó cuentas con Göring y Himmler, y definió un nuevo gobierno liderado por Karl Dönitz
También ajusta cuentas con alguno antes de marcharse, y designa sucesores. Göring y Himmler perdieron todo el favor, por haberse alejado de su lado y no estar dispuestos a los altos sacrificios que hicieron otros:
Antes de mi muerte, expulsó al ex Mariscal del Reich Hermann Göring del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichstag el 29 de junio de 1939. Designó en su lugar al Gran Almirante Dönitz, como presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.
Antes de mi muerte, expulsó del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsführer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designó al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designó al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.
Göring y Himmler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.
Y la parte política acaba como empezó, contra el judaísmo:
Por encima de todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.»
En la parte más personal, Eva Braun, ya Eva Hitler, ocupa un lugar destacado
En la parte más personal, el testamento y las últimas voluntades de Hitler tienen un recuerdo para Eva, su esposa por una horas. Decide además algunas cosas sobre su legado para confirmar que decide quitarse la vida:
Como consideré que no debía aceptar la responsabilidad, durante los años de conflicto, de contraer matrimonio, ahora he decidido, antes de concluir mi carrera en la tierra, tomar en matrimonio a la mujer, quien después de muchos años de fiel amistad, entró a la sitiada ciudad por su propia voluntad, con el propósito de compartir su destino conmigo.
Por su propio deseo, ella irá a la muerte como mi esposa.
Eso nos compensará, por lo que ambos perdimos por mi trabajo al servicio del pueblo.
Lo que poseo, pertenece en su debido grado al Partido. Si éste ya no existe, al Estado; si el Estado también es destruido, no hace falta una última decisión mía.
Mis pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años, nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, sino como una extensión de la galería de mi casa en Linz a.d. Donau. Es mi más sincero deseo que este legado sea debidamente ejecutado.
Designo como mi Albacea, a mi más fiel camarada del Partido, Martin Bormann.
A él le doy mi máxima autoridad legal, para que tome todo lo que tenga un valor sentimental o que les sea necesario para mantener una vida modesta y simple a mis hermanos y hermanas, sobre todo también para la madre de mi esposa y mis colaboradores que son bien conocidos por él, principalmente, mis secretarias sin igual, Frau Winter, etc. quienes por muchos años me ayudaron en mi trabajo.
Yo, personalmente, y mi esposa, para escapar a la deshonra de la deposición o capitulación, hemos escogido la muerte. Es nuestra voluntad que se nos incinere inmediatamente en el lugar en el que he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario en el transcurso de doce años de servicio a mi pueblo
Sus últimas palabras recogidas, dichas a Magda Goebbels: «Mañana, millones de personas me odiarán. Es el destino, que lo ha querido así.»
Gracias por la aportación. La historia de los Goebbels, por cierto, en esos últimos momentos, es terrible.