Esta es una de esas historias que merecen una buena novela o una película. Quizás exista ya una u otra, pero no las conozco. Tiene como elemento básico a la criptografía en la Segunda Guerra Mundial y está presente en el último libro que he publicado: Historia de la Criptografía. El protagonista, para su desgracia, fue el agregado militar de Estados Unidos en El Cairo, el coronel Bonner Francis Fellers. Gracias a los italianos, los alemanes fueron capaces de leer los detallados mensajes cifrados que enviaba Fellers desde El Cairo, con información de los movimientos aliados en el norte de África.
La Criptografía en la Segunda Guerra Mundial está llena de historia impresionantes
En septiembre 1941, tres meses antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, el general Cesare Ame, responsable del SIM italianos, el Servizio Informazioni Militari, puso en marcha un atrevido plan. El plan consistía en el robo de los códigos, militares y diplomáticos, de los norteamericanos, directamente de su embajada en Roma. Una noche, cuatro hombres, dos de ellos trabajadores de la propia embajada, entraron en la misma y se llevaron varios documentos, entre otros, un libro encuadernado en cuero negro con los códigos diplomáticos. En las oficinas del SIM en Roma fotografiaron los libros y volvieron a la embajada para dejarlos de nuevo donde estaban. Estos libros, con toda probabilidad, fueron compartidos con los alemanes, así como la información que fueron obteniendo los italianos gracias a ellos.
La ayuda de Italia a los alemanes fue importante el norte de África, donde también se encontraron los segundos con una suerte inesperada. El coronel Bonner Francis Fellers, desde octubre de 1940 en El Cairo, tenía como una de sus tareas más importantes informar sobre las operaciones británicas en el Mediterráneo y en Oriente Medio. Los británicos ayudaron fielmente a Fellers en su tarea y compartían con él información y planes propios, además de información de inteligencia sobre los italianos y los alemanes. No era extraño que incluso visitara a las tropas en el frente y conversara con los mandos.
Con todo esto Fellers enviaba diariamente un informe cifrado a Estados Unidos, suficientemente importante como para que el propio Roosevelt le prestara atención. Esa valiosísima información era capturada por los alemanes y los italianos, y gracias al robo que había promovido Cesare Ame en la embajada estadounidense en Roma, la podían descifrar sin muchos problemas.
Los alemanes disfrutaban de una fuente valiosa en el coronel Fellers
Esta fuente, entre otras, permitía a los alemanes conocer la situación de sus enemigos tanto en el norte de África como en el Mediterráneo. Rommel disfrutaba así de una importante ventaja que le permitían planear mejor sus movimientos y ataques. Por otro lado, los convoyes de suministros británicos en el Mediterráneo también se ponían en peligro en mayor medida gracias a toda la información de inteligencia capturada a Fellers.
En defensa del estadounidense hay que decir que él cumplía con su trabajo de forma excepcional y que en al menos dos ocasiones solicitó a Washington revisar la seguridad de los códigos que usaba en las comunicaciones, consciente de que un problema en ese ámbito era una catástrofe. Sus peticiones no fueron escuchadas y así sus informes, que incluían hasta el nombre de los barcos que se movían por Suez, seguían llegando a manos alemanas en cuestión de horas.
Después de codificar los mensajes, Fellers los enviaba a través de la Compañía de Telégrafos de Egipto en El Cairo, para que cruzaran el Atlántico hasta su país. La señal era capturada por las tropas alemanas en la zona, y también por la unidad de escucha de la Luftwaffe en Atenas. En menos de una hora estaba ante los criptógrafos alemanes y una vez puestos los mensajes en claro y traducidos al alemán, estos se enviaban al centro de mando de Rommel, a la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), a Göring, a Himmler, al mariscal de campo Keitel y al propio Hitler. Esta lista de distribución de la información da una idea de la calidad de la misma y de lo vital que era para la evolución de la guerra en África. La criptografía en la Segunda Guerra Mundial jugó un papel fundamental.
Los aliados descifraban mensajes alemanes, pero también ocurría lo mismo en sentido contrario
En enero de 1942, por ejemplo, Rommel, aprovechando la información de inteligencia que había recibido, lanzó una ofensiva. Avanzó casi 500 kilómetros en poco más de dos semanas. Los problemas que generó este avance de Rommel fueron enumerados por Fellers en sus informes. Y por lo tanto iban directos también al propio general alemán. La cantidad de tanques en cada unidad, sus posiciones, la cantidad de suministros y combustible que les quedaba… Incluso la contraofensiva aliada fue advertida por el norteamericano y por lo tanto conocida por Rommel, que reaccionó.
A mediados de aquel año, 1942, la situación en el Mediterráneo y en el norte de África pendía de un hilo. Malta estaba siendo asfixiada y sin esa isla la situación aliada quedaría seriamente tocada en la zona, lo que dejaría vía libre a los convoyes de suministros alemanes llegar hasta las tropas en el norte del continente africano. Todo esto había sido expuesto por el propio Fellers, añadiendo todo tipo de detalles. En junio, con las tropas de Rommel a menos de 150 kilómetros de Alejandría, la fuente fiable del agregado militar estadounidense en El Cairo, a la que el Rommel llamaba nuestro pequeño amigo cesó.
Como bien sabemos, los aliados también capturaban el tráfico y descifraban una parte significativa de las comunicaciones germanas. En Bletchley Park detectaron la existencia de esa fuente de información en el norte de África. Llegaron incluso a leer en algún mensaje alemán la frase exacta una fuente militar aliada en Egipto. Las sospechas sobre dónde podría estar la fuga de información incluían a Fellers. El 12 de junio los británicos pusieron en conocimiento de Estados Unidos estas sospechas, aunque también indicaban que probablemente no era un traidor, sino que todo había sido contra su voluntad.
A pesar de todo, Fellers fue ascendido
Fellers fue trasladado, aunque no fue procesado e incluso fue ascendido de rango por su buen trabajo. El sustituto cambió totalmente la forma de cifrar la información que enviaba, usando una máquina Hagelin M-209 y aquella sonda alemana al corazón aliado en el norte de África se cerró definitivamente.
No hace mucho hablábamos de Hans-Thilo Schmidt, el traidor alemán que entregó secretos de enigma a los aliados. Como vemos, ambos bandos capturaban y descifraban información secreta, de un modo u otro. Como era de esperar. Estas dos historias sobre la criptografía en la Segunda Guerra Mundial, y muchas más, no sólo de este periodo, están en Historia de la Criptografía.