Giovanni Battista Belzoni fue uno de los personajes que estuvieron en el arranque de la egiptología, en el siglo XIX. Como otros muchos en los primeros años de la egiptología, lo que buscaba eran objetos que vender y que le hicieran famoso. Alimentar museos, en el mejor de los casos, y hacerse rico, en el peor. Esto estaba por encima del interés por la historia y por la investigación. Por esa parte, Belzoni no era diferente. Lo que hace diferente a Belzoni es ser el forzudo de circo que aprovechó sus trucos para saquear tumbas egipcias.
Belzoni medía dos metros y se hacía llamar el Sansón de la Patagonia
Nació en Italia en 1778, pero su carrera en el mundo del espectáculo arrancó en Inglaterra. Era un tipo enorme, medía 2 metros y debía tener una fuerza extraordinaria. De todas formas, como esto no era suficiente, en sus números utilizaba algunos ingenios hidráulicos para mover el peso, además de rodillos y palancas. En uno de esos números llegaba a levantar una estructura con hasta 12 personas. Con el pelo largo y vestido llamativamente, se hacía llamar el Sansón de la Patagonia.
Uno de sus viajes le llevó a Egipto en 1815 y quiso el destino que fuera requerido por un diplomático británico llamado Henry Salt para hacerse con una estatua, un busto gigante, de Ramsés II. Belzoni reunió a unos 80 hombres y diseñó un sistema para mover la enorme estatua. Lo habían intentando con anterioridad los soldados franceses, pero habían fracasado. Belzoni disponía de conocimientos que le ayudaron a solucionar el problema. Aunque Herón de Alejandría y sus puertas automáticas tenían siglos para entonces, lo cierto es que los franceses en Egipto no supieron aprovechar la técnica.
El forzudo de circo aprovechó los trucos que conocía para crear un carro de madera que se desplazaba sobre rodillos y usó palancas y el peso de aquellos 80 hombres para conseguir sacar la figura de Ramsés II de su sitio y subirla al carro. Triunfó en aquella empresa y la estatua está hoy en el Museo Británico.
Organizó en Londres una exposición con sus hallazgos que fue un éxito
Llevado por el éxito de ese primer caso y viendo que estaba ante un potencial gran negocio, Belzoni comenzó a saquear tumbas egipcias. Se internaba, junto con sus hombres, en las tumbas sin mucho reparo. Su éxito más rutilante fue el hallazgo de la tumba de Seti I, padre de Ramsés II. Pero fueron varios los sepulcros importantes que vació en el Valle de los Reyes y entró por primera vez en siglos en la pirámide Kefrén de Guiza. En todas estas tumbas, cogía lo que le parecía, y copiaba las pinturas y las escrituras jeroglíficas.
Aprovechó su tiempo en el circo para aprender trucos que le sirvieron para saquear las tumbas, pero también aprendió cómo funcionaba el espectáculo. Así, cuando volvió a Inglaterra, en 1819, organizó una exposición con sus hallazgos y publicó su historia con gran éxito de ventas. Una vez que vio agotarse la llama del dinero y la fama que le reportaba aquella exposición de sus hallazgos egipcios, que estuvo en Londres y París, volvió a viajar.
En 1823 salió con una expedición en busca del río Níger, y poco después falleció de disentería. En su descargo hay que decir que, si bien fue un saqueador, todo parece indicar que tenía cierta conciencia y que era respetuoso dentro de lo que cabe con aquellos restos históricos. Belzoni, el forzudo de circo que aprovechó sus trucos para saquear tumbas egipcias fue un saqueador, pero gracias a él hay hoy ciertas piezas en los museos.