Ayer, mientras esperaba en la grada que comenzara un partido de baloncesto, estaba leyendo el libro El ojo desnudo, de Antonio Martínez Ron y en él se mencionaba a Herón de Alejandría como un pionero que intuyó que la luz viaja a una velocidad infinita y que los rayos siempre recorren el espacio más corto entre dos puntos, además de esbozar los primeros esquemas sobre la forma de reflejarse en los espejos. Además, se menciona en el libro su genio inventor y cómo fue capaz de idear las primeras puertas automáticas de la historia. Me acordé entonces de que había hablado de él ya en Curistoria como el inventor de la máquina de vapor y como el creador de la primera máquina de vending de la historia. Es momento, por tanto, de incluir su invento de las puertas automáticas a esta colección de inventos e ideas del gran Herón de Alejandría. Además, lo mejor no es el propio invento, sino el uso concreto que se le dio.
Alejandría era una ciudad del norte de Egipto y allí nació Herón en el siglo I d.C. Después de lo leído en el párrafo anterior quedan pocas dudas de su genio inventor y científico, siendo uno de los más importantes de toda la antigüedad. En su libro Neumática, describió lo que se conoce como el mecanismo de Herón, que era un sistema que permitía abrir y cerrar automáticamente las puertas del templo. Esto, que ya de por sí es impresionante, no es lo más impresionante de todo.
Sorprende aún más el uso que le dio Herón a su invento. Oculto el mecanismo de los ojos de todos, salvo de los sacerdotes del templo, el mecanismo funcionaba de tal forma que cuando se encendía un fuego de sacrificio en el templo, las puertas se abrieran por sí solas. Cuando el fuego se apagaba, el resultado era el contrario y las puertas se cerraba como por arte de magia, como si fueran los propios dioses los encargados de hacerlo.
La ciencia estaba, en realidad, detrás de todo ello. Herón sabía que al calentarse el aire se expande, por lo que diseñó un sistema en el que, al encender la gran hoguera ceremonial, el aire de un depósito que había bajo la misma y con el que estaba conectada se calentaba. En este depósito también había agua, que empujada por el aire en expansión, circulaba por un sifón hasta un recipiente que bajaba por el peso y ponía en marcha un sistema de poleas y cuerdas que abría las puertas. Al apagarse el fuego, se enfriaba el aire y otro contrapeso, situado en el extremo opuesto del sistema, revertía todo el proceso y las puertas se cerraban.
En ocasiones, según parece, el movimiento del aire en el sistema se aprovechaba para hacer sonar algún instrumento de viento, lo que hacía que el resultado fuera todavía más espectacular.
He encontrado un recurso educativo de EduCaixa sobre el mecanismo de Herón en el que pueden ver su funcionamiento de manera interactiva y muy ilustrativa. Bien merece una visita. De allí he tomado la imagen que acompaña la entrada.
Algunos investigadores piensan que todos los inventos de Herón tenían una función religiosa, pero el tambor de agua del que manaba agua o vino parece una broma poco piadosa, y tener que pagar por el agua de las abluciones raya en lo irrespetuoso. En cuanto a las «puertas automáticas» de los templos, es impensable que el mecanismo estuviera destinado a auténticas puertas y edificios; de hecho, Herón no habla de «templos» (naoí), sino de «maquetas de templos» o «pequeños templos» (naískoi).
Es más probable que las piezas cuya construcción describe Herón se hicieran a imitación de los grandes autómatas que aparecían en actos públicos pagados por los gobernantes: eran encargados por las clases pudientes para exhibirlos ante sus invitados a un banquete. Como sólo iban a ser vistos por pequeños grupos, las piezas no tenían por qué ser de gran tamaño y podían ser delicados mecanismos de bellas proporciones. Al igual que los grandes autómatas de las procesiones, debían despertar el asombro de los espectadores y resaltar la magnificencia del dueño de la casa. Eran, pues, en cierto modo, juguetes, pero juguetes de enorme sofisticación, ilustrativos del extraordinario nivel que alcanzaron los griegos en mecánica, hidráulica y artesanía de precisión.