No hace mucho me encontré en un libro de poesía el poema que está en la tumba de Robert Louis Stevenson, el creador de La isla del tesoro, entre otras obras. Por cierto, pueden leer aquí el curioso origen de La isla del Tesoro, que da idea de la imaginación del autor. Aunque escocés de nacimiento, fue a morir a Samoa, en el Pacífico Sur. Además de la más famosa historia de piratas de todos los tiempos, también escribió La flecha negra y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Todos ellos, clásicos. También escribió poemas, y uno de ellos está grabado en su tumba.
Como ya les he contado en otra ocasión, unos meses antes de morir escribió que no había tenido, en 14 años, un sólo día de buena salud, y que a pesar de todo había escrito. Con hemorragias, con fiebre, con tos…
En el mítico Find a grave se pueden ver las fotos de la tumba de Robert Louis Stevenson y de la enorme placa con su epitafio. Una hemorragia cerebral le provocó la muerte cuando tenía 44 años, el 3 de diciembre de 1894. Su cuerpo fue enterrado en la misma isla, en el monte Vaea. Un grupo de nativos construyó un ataúd para Stevenson y se turnaron para llevarlo hasta la cima del monte, a unos 4.000 metros.
Más tarde se construyó el sencillo sarcófago y se colocó en él un texto del propio Stevenson, el poema Requiem, tal y como había pedido. El poema había sido publicado 4 años antes, aunque según parece, una primera versión data de 1880. El texto del poema es perfecto para un epitafio:
Bajo el inmenso y estrellado cielo,
cavad mi fosa y dejadme yacer.
Alegre he vivido y alegre muero,
pero al caer quiero haceros un ruego.
Que pongáis sobre mi tumba este verso:
“Aquí yace donde quiso yacer;
de vuelta del mar está el marinero,
de vuelta del monte está el cazador”.
Sin duda es un texto perfecto para un epitafio. Un poema para ser puesto en bronce sobre la tumba de su autor.
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Espectacular el epitafio y el escritor.