(Diederik Buys Ballot) |
El efecto Doppler, que debe su nombre al físico Christian Andreas Doppler, hace referencia al cambio de frecuencia de las ondas percibido por un observador o receptor de una señal, a medida que el emisor y el receptor se desplazan uno con respecto al otro. El sonido, sin ir más lejos, se desplaza en forma de onda, por lo que el movimiento de un vehículo de policía, por ejemplo, hace que el sonido de la sirena se perciba diferente a medida que el coche se nos acerca.
Dicho esto, en 1842 un ocurrente experimento comprobó si ese efecto Doppler era tal y como se había expuesto poco antes. El científico holandés Diederik Buys Ballot, colocó a un montón de trompetistas en un vagón de tren abierto, es decir, sin paredes. Soplaban con todas sus fuerzas porque el experimento se completaba con otro grupo de músicos, en el andén, que debían escuchar con atención y apuntar la nota y las variaciones que percibían.
Eran otros tiempos, y para hacer un experimento uno podía colocar un vagón abierto y unos cuantos músicos en la línea que unía Utrecht con Amsterdam. Imaginen por un momento ser un viajero que está esperando en el andén y ve llegar el tren con un montón de trompetistas tocando una sola nota.
Los trompetistas a bordo del tren tenían que tocar una determinada nota de manera continua, sin alterar. Los músicos del andén, 14 en total, estimaban esa nota en base a su escucha, apuntado el cambio de frecuencia en la nota. El experimento fue un éxito. Se confirmó lo que el efecto Doppler indicaba que ocurriría.