(La biblioteca de viaje de Napoleón) |
Siempre ha sido complicado, a la vez que un placer, seleccionar unos pocos libros para emprender unas vacaciones o un viaje. Siempre van más de los que uno acaba leyendo y menos de los que desearía llevarse. Ahora, con el kindle y demás lectores electrónicos, todo es más sencillo. En el pasado todo era más complicado y Napoleón sufrió estos problemas.
La imagen anterior muestra una parte de la pequeña biblioteca portátil que Napoleón se hizo fabricar y que llevaba consigo. De hecho, según parece, el Gran Corso proyectó varias de estas cajas maravillosas con libros, con unas 60 obras cada una de ellas. Estas cajas estaban hechas a medida, así como los libros, editados también para el propósito concreto. Habían diseñado, Napoleón y sus asistentes en estos temas bibliográficos, un catálogo que les permitiera encontrar al momento lo que estaban buscando.
Durante las campañas militares, tan pronto como Napoleón se asentaba en un lugar para unos días o un tiempo, esta biblioteca móvil se colocaba en el lugar que se había tomado como estudio para el emperador, junto con sus cartas, mapas y demás material de estudio o informativo. A pesar de esto, no todo lo que deseaba tener consigo viajaba con él, como era de esperar. En 1808 Napoleón envió la siguiente carta al respecto de esto que comentamos:
Bayona, 17 de julio de 1808. El Emperador desea conformar una biblioteca de viaje con 1.000 volúmenes en 12mo pequeño [formato de página de unos 13x20cm] e impresos con una tipografía bonita. Es la intención de su Majestad disponer de estos trabajos impresos para un uso especial y con el objetivo de economizar espacio no deben poseer márgenes. Deben contener [cada volumen] entre 500 y 600 páginas y estar encuadernados con cubiertas y lomos lo más flexible posible. Debe haber 40 obras de religión, 40 obras dramáticas, 40 obras épicas y 60 de otras poesías, 100 novelas y 60 volúmenes de historia. El resto serán memorias históricas de todas las épocas.
Loable intención la de Napoleón aunque, como muchos sabemos, abocada al fracaso y casi inútil. Siempre echaría de menos algún libro y querría tener justo aquel que no había entrado en la colección de viaje. Por cierto, de todo esto ya hablamos de Abdul Kassem Ismael y sus 400 camellos-biblioteca, un caso parecido.
Fuente: Open Culture y NYTimes