(Drakkar en el Tapiz de Bayeux) |
Bjarni Herjólfsson fue un explorador vikingo de nombre impronunciable que vivió a finales del siglo X. En uno de sus viajes a Groenlandia, una tormenta otoñal desvió su barco de rumbo y le complicó la vida en el mar durante varios días. Al final, cuando Njörðr, la divinidad nórdica que gobernaba el viento, dejó de darle trastazos a la nave de Bjarni, este no sólo había perdido el rumbo sino que también se había dejado por el camino la orientación. Al final se encontró con el final del océano, con una costa, aunque no le resultaban familiar.
Aquella tierra no tenía las montañas ni el paisaje típico de Groenlandia. Los bosques y las pequeñas colinas que tenía ante él no le llevaban a situarse. Lo que menos pasaba por la cabeza de Bjarni, o sí, a ver quién sabe en qué pesaba un vikingo de aventuras hace diez siglos, era que había cruzado el océano y estaba al otro lado de lo que hoy llamamos Atlántico. Había acabado en Canadá.
El vikingo no era muy de hacer historia y decidió que mejor volver a casa, que para qué andar descubriendo mundos. No se entretuvo y puso proa hacia por donde había venido para tras una semana llegar, por fin, a Groenlandia.
Tiempo después Bjarni contó a un conocido, Leif Erikson, su aventura y este acabó emulando a Bjarni, aunque esta vez a propósito. Viajó y llegó a Norteamérica. En algunos casos se dice que Erikson fue el primer europeo en caminar sobre tierra americana, ya que según la leyenda Bjarni no llegó ni a bajarse del barco. Según cuentan las crónicas nórdicas, Erikson no sólo le preguntó y repreguntó a su compañero por el viaje que había hecho, sino que incluso le compró el barco para afrontar la navegación.
El libro que cuenta la historia de Bjarni Herjólfsson es una de esas famosas sagas nórdicas escritas en la Edad Media. Esta en concreto se escribió en el siglo XIV, basada en textos anteriores y sobre todo en la tradición oral. Por lo tanto, bien harían amigos en conocer esta sorprendente historia y tomarla como una más de las miles de leyendas que adornan la historia y que la hacen tan interesante.
Si hay que ir se va, pero ir pá ná es tontería
Vamos, que el hombre tenía entre ceja y ceja que quería ir a Groenlandia y en cuanto vio que aquello no era Groenlandia dio media vuelta. xDD
Esa es la idea, más o menos, sí. El tipo tenía claro donde quería ir y no le valía un nuevo mundo :)