| (Enfermeras de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial) |
Hay una frase de la película El tercer hombre que se ha ganado un lugar en la cultura popular, si bien no es del todo cierta:
Recuerda lo que dijo no sé quién: En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras matanzas, asesinatos… Pero también Miguel Ángel, Leonardo y El Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!
Y no es del todo cierta porque no fueron los suizos los creadores del cuco, que si bien tiene varios afluentes que desembocan en el invento final, no es Suiza relevante en el proceso. Pero aún así, el sentido de la frase tiene su poso. En tiempos de guerra algunos inventos florecen. Y no hablo sólo del bonito suelo del Boston Garden o de la Nutella.
Durante la Primera Guerra Mundial, a medida que las lesiones en el campo de batalla se hacían más comunes y la guerra afectaba a más ámbitos, el consumo de algodón se elevaba y se llegó al punto de que había cierta escasez del mismo. En ese contexto, la empresa Kimberly-Clark creó un sucedáneo a partir de pasta de madera, el cellucotton. El nuevo producto se comenzó a utilizar como material médico y como filtro en las máscaras de gas. La producción aumentaba a medida que la demanda también lo hacía. La enfermeras de la Cruz Roja, tras ver su uso médico, lo comenzaron a utilizar durante la menstruación y en los hospitales era ya un producto estándar para muchos cuidados.
Cuando acabó la guerra, la empresa recompró los excedentes de su propio producto al gobierno, y conociendo el uso que le habían dado las enfermeras, decidieron ofrecerlo para ese fin al público en general, lanzado las compresas sanitarias Kotex. Pero no acabaron ahí los productos con ese sucedáneo del algodón.
La empresa desarrolló un nuevo proceso en el que planchaban el producto, tras cambiar ligeramente los ingredientes, y conseguían hacer hojas finas y suaves. Esa nueva versión del cellucotton permitía limpiar fácilmente, y de la combinación de esa palabra en inglés, clean, y de Kotex, salió el nombre comercial del nuevo producto: Kleenex.
Hoy Kleenex es una de esas marcas comerciales que identifica a toda una categoría de productos, los pañuelos de papel. Y tuvo su origen, de un modo u otro, en la Primera Guerra Mundial y en la escasez que produjo la propia guerra.
Fuente: TIME, Kimberly-Clark
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