(Johannes Stöffler) |
Les voy a contar una historia sobre predicciones, astronomía y futurología, y probablemente gran parte de ustedes acaben pensando que los hombres de hace siglos eran algo necios, con todo acierto. Eso sí, no se paren entonces a ver la televisión una noche a altas horas, porque deducirán que seguimos plagados de necios que creen que las estrellas determinan nuestro futuro y que ser capricornio o tauro tiene su influencia. En eso, como en otras cosas, poco hemos avanzado desde los tiempos de Johannes Stöffler, es decir, desde hace cinco siglos.
Johannes Stöffler fue un matemático y astrónomo alemán, entre otras cosas, que nació en 1452 y que fue profesor de la Universidad de Tubinga. A partir de sus investigaciones y sabiduría, determinó que el 20 de febrero de 1524 el mundo sería víctima de un nuevo gran diluvio que lo anegaría todo. La razón para ello, eso sí, era de peso: 20 conjunciones planetarias tendrían lugar. Y aquí uno podría pensar que quizás fue excesivo Stöffler en su predicción, pero que al fin y al cabo unos planetas sí que influyen sobre otros y que pudo equivocarse aunque no ser un necio. Pero no, la razón que llevó al alemán a predecir casi el apocalipsis fue que 16 de las 20 conjunciones planetarias implicadas eran de Piscis, signo acuático. Esto era determinante.
Muchos pensaron que mejor prevenir que curar y se pusieron a fabricar barcas, lo que hizo bien a ese mercado. Un conde también alemán llamado Von Iggelheim mandó construir una enorme arca de tres cubiertas, emulando a Noé, y la echó al Rin a la espera de la lluvia, que llegó. El 20 de febrero de 1524, con las primeras gotas, Stöffler miraba a todos con cara de esto ya lo predije yo y una multitud corrió asustada hacia el arca del conde, buscando la salvación. En el tumulto, el conde falleció, y esas fueron todas las consecuencias de la predicción, ya que poco después dejó de llover y finalmente aquel 1524 no sólo no vio un diluvio, sino que fue un año de sequía.
Por cierto, el astrónomo murió en 1531 debido a la peste y un cráter lunar lleva su nombre, aunque espero que no por sus predicciones.
Fuente: Historia de la ciencia sin los trozos aburridos, de Ian Crofton
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