Conocerán ustedes el famoso dicho que suele soltar al aire cuando uno, retador, no toma en consideración las palabras de otro, por muy principal que sea este segundo, y que reza: lo diga Agamenón o su porquero. Ambos iguales, el más alto y el más bajo. Y para mostrarles la otra cara de la moneda, la curistoria de hoy narra cómo ni siquiera los propios cerdos son todos iguales.
Luis VI de Francia, cuyo sobrenombre era El Gordo, tuvo un hijo llamado Felipe que con tan sólo quince años de edad murió al caerse de un caballo. Un cerdo se había metido bajo las patas del equino y había provocado el fatal accidente. Por esta desgracia, el rey prohibió que los cerdos rondaran libres por las calles de París, cuestión según parece bastante común en aquel tiempo pero no sólo en aquel lugar.
Todos los cerdos parisinos, y no se tome esto con doble sentido, se vieron recluidos por causa de la orden real, todos salvos los cerdos de la abadía de San Antonio, ya que las religiosas del convento se negaron a que sus cerdos fueran equiparados al resto de puercos de París. Como les decía, ni siquiera todos los cerdos son iguales. Unos tienen están más cerca de Dios que otros, una vez más, sea esto dicho sin dobles sentidos o malas intenciones.
Es que los cerdos de las monjitas los usaban para hacer el " Jamón Dulce", gran curistoria, como siempre, felices vacaciones!!!!1
"Hasta la basura se clasifica" decimos quienes trabajamos en medio ambiente.
Gracias Jota por el comentario. Lo malo, para las monjas, es que yo soy más de jamón salado que de dulce :)
Hluot, gran frase. Gracias.