Categorías: Curistoria

Galois, o los problemas de ser un genio

A veces ser un genio no es algo sencillo y más bien acaba complicándole a uno la vida. Les podría decir que lo sé por experiencia propia, pero sería falso. Para ser honesto, he de confesarles que ser un genio nunca me ha complicado la vida. Ustedes me perdonarán este chiste, que es eso y no un arranque de inmodestia. Vuelvo al hilo inicial de la curistoria para mostrarles un ejemplo de ello en la persona de Évariste Galois, uno de los más importantes matemáticos de la historia.

Nacido en 1811 en Francia, sus aportaciones al mundo matemático fueron y son claves. Siendo un adolescente determinó la condición necesaria y suficiente para que un polinomio sea resuelto por radicales, dando así solución a un problema que llevaba tiempo ocupando a los matemáticos. Fue el primero en utilizar el término «grupo» en el ámbito matemático y sus trabajos tienen aplicación actualmente en las telecomunicaciones y en los sistemas de geoposicionamiento. Pero a pesar de todo esto tuvo problemas en sus estudios.

Según parece, algunas de sus soluciones eran tan innovadoras que sus profesores no acaban de comprenderlas o apreciarlas y esto le costó, entre otras cosas, como su temperamento, algunos problemas en el liceo Royal de Louis-le-Grand de París y no ser admitido inicialmente en la Escuela Politécnica. Tampoco era demasiado bueno explicando las soluciones que ideaba para los problemas y las explicaciones de sus investigaciones, ya que su mente hacía tantos cálculos y decisiones complejas, que Galois no era capaz de explicarlas con claridad y argumentar sin fisuras. Como decía al comienzo, estos son los problemas de ser un genio, aunque como diría un amigo: ¡bendito problema!.

Por cierto, ya les había hablado alguna vez de Galois, para comentar cómo muriendo a los 20 años alcanzó un hueco en la cima de su disciplina. Y también les he hablado de Diofante de Alejandría, de Newton, de Zerah Colburn, de Srinivasa Ramanujan y de Gauss, entre otros. Grandes genios todos ellos.

Fuente: El prodigio de los números, de Clifford A. Pickover.

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