Hay veces en las que es necesario recurrir al farol para ganar una partida, con los riesgos que ello acarrea, y si no se lo creen, pregunten a un buen jugador de póquer. Y faroleros ha habido siempre, como veremos a continuación. Había uno en el castillo de Hochosterwitz, uno de los más impresionantes y bonitos de Austria, allá por 1334. El farolero estaba dentro del castillo y fuera le amenazaba la Duquesa del Tirol con todo un ejército asediando.
La situación dentro de la fortaleza era desesperada y únicamente les quedaba un único buey como fuente de alimentos. Como ocurre muchas veces, el contrincante del farolero también está en una posición delicada y eso es precisamente lo que permite que triunfe el farol. En este caso, los soldados de la duquesa estaban al borde de la rebelión y urgía una salida a aquella situación.
Y en aquel momento surgió el genio del farolero, que no era otro que el señor del castillo. Ordenó matar aquel último buey y lanzarlo al enemigo por encima de los muros del castillo. Los asediadores tomaron el gesto como una muestra clara de que su objetivo estaba lejos y desistieron en su empeño. El farol de Hochosterwitz funcionó y aquel último buey hizo ganar la partida.
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Se pueden encontrar episodios calcados al susodicho a lo largo de la historia.
Saludos
Gracias Alberto por el comentario. Cierto es que no el único caso; existen similares.
Saludos.