La siguiente historia la leí hace unos cuantos años en un libro sobre criptografía escrito por Simon Singh, muy recomendable. Está a caballo entre la historia y la leyenda, como otras tantas cuestiones de las que hemos hablado. Y dicho esto, vamos allá. Thomas Jefferson Beale se alojó en 1820 en el hotel Washington de Lynchburg y pasó allí el invierno, dejando el hotel en primavera. Volvió en el invierno de 1822 y como la vez anterior, se fue al llegar la primavera, dejando una caja de metal al dueño del hotel, ya conocido y hombre de confianza, para que se la guardara durante un tiempo. Este así lo hizo. Unos meses después, desde San Luis, llegó una carta al hotel enviada por Beale en la que explicaba el contenido de la caja: “Contiene papeles que afectan de forma vital a mi propia fortuna y la de otras personas que tienen negocios conmigo […] guarde la caja con cuidado durante diez años a partir de la fecha de esta carta, y si ni yo, ni alguien con mi autorización pedimos su devolución durante ese tiempo, ábrala. Encontrará, además de los papeles dirigidos a usted, otros papeles que serán incomprensibles si la ayuda de una clave. Esta clave la he dejado en manos de un amigo en esta localidad, sellada y dirigida a usted, y con instrucciones de que no se entregue antes de junio de 1832”. Pasados los diez años, Beale no había vuelto. Morris, el dueño del hotel, esperó durante un tiempo la nota a la que se hacía referencia en la carta. En 1845 Morris puso fin a la espera y forzó la caja encontrando tres hojas codificadas, llenas de números, y una en texto entendible. Esta última explicaba que en 1817 Beale junto con otros hombres encontraron un gran filón de oro y lo minaron durante año y medio. Todo este oro fue oculto en algún lugar de Virginia por seguridad. Aquí llegó la primera visita al hotel. A su vuelta en la primavera de 1820, la mina seguía produciendo y el resultado fue llevado de nuevo por Beale al escondite en 1822, momento de la segunda y última visita al hotel. El emplazamiento del oro y demás datos interesantes, estaban consignados en la tres hojas codificadas. Lo habían hecho así para protegerlos en caso de que le ocurriera algo a los “nuevos millonarios». La primera hoja describe la ubicación del tesoro, la segunda el contenido del mismo y la tercera, listaba los hombres propietarios y sus familiares, para el reparto. En 1885 Morris y un amigo al que contó la historia publicaron un escrito con el objetivo de esclarecer el tema y encontrar ayuda de alguna forma. Habían gastado demasiado tiempo y dinero sin éxito real El único avance había sido descifrar la segunda hoja usando una edición de la Declaración de Independencia como “texto-clave”, la que describe el tesoro. Esta hoja comienza con “115, 73, 24…” y tomando la 115ª palabra de esta edición de la Declaración de Independencia, luego la 73ª y así sucesivamente, se obtuvo el texto en claro. El texto habla de un tesoro en el condado de Bedford, a seis pies bajo tierra y describe lo que se almacenó y cómo se hizo. El valor actual de lo descrito estaría cerca de los 30 millones de dólares. Finalmente años y años de búsquedas, una fortuna de dinero invertida y muchos esfuerzos de muchas personas no han dado fruto. La cifra Beale sigue siendo un misterio y el tesoro sigue oculto. Cazatesoros, criptoanalistas, militares especializados… han empeñado tiempo y esfuerzo en este tema sin el mínimo éxito. Pero quién sabe, quizás alguien esté aún a tiempo de hacerse rico con ese tesoro. Ánimo amigos. Por cierto, aquí podéis encontrar las cifras e información extra para comenzar.
Me pongo a buscar…
Suerte, y gracias por el meneo :)
Saludos.
Esto es un reto veraniego? jeje
Vamos a ver lo que sale…
Un saludo
Juan Antonio, si triunfas en el empeño acuérdate de contárnoslo, aunque sea desde alguna isla perdida tomando el sol.
Saludos.
Uno de los grandes enigmas sin descubrir pese a los muchos intentos.
http://apartofmyuniverse.blogspot.com