
He comentado aquí varias veces que uno de los conceptos que creo más adecuados para comprender la ciencia y la evolución del hombre es el de que caminamos a hombros de gigantes. De hecho, mi libro de criptografía comienza con esa idea. Nadie comienza de cero, sino que todas las personas que han conseguido algo relevante lo han hecho gracias al conocimiento generado por otros. Y ahí está el núcleo conductor del libro del que les hablo hoy, que tiene un título curioso: Tesla y Einstein juegan al ajedrez, de Eugenio Manuel Fernández Aguilar (enlace afiliado).
Tesla y Einstein juegan al ajedrez, de Eugenio Manuel Fernández Aguilar, busca el punto de convergencia de la ciencia y la ingeniería, del descubrimiento y la invención
El título toma un nombre representativo de la ciencia, el científico por antonomasia, Albert Einstein; y un inventor e ingeniero, Nikola Tesla. Ciencia e ingeniería. Descubrimiento e invención. Cada uno de los 35 capítulos tiene una estructura que descansa en esa idea. Primero se plantean un invento y se cuenta su historia, para luego explicar la ciencia y el conocimiento que hay detrás del invento. Por último, cada capítulo se cierra con una propuesta de experimento que nos permite acercarnos de primera mano a esa parte científica.
Por ejemplo, todos sabemos que el agua hierve a 100 grados, idealmente, ya que depende de algún otro elemento, como la presión. Pero cuando se seca un charco de agua en verano es obvio que no es porque haya alcanzado los 100 grados. Esto se debe al modelo cinético-molecular de la materia, que investigaron y descubrieron Bernoulli, Boltzmann y Maxwell. Gracias a ese conocimiento científico, los inventores, como Alexander Godefoy, crearon el secador de pelo.
Esto mismo se repite con el lápiz, el reloj, la grapadora, el velcro, etc., siempre ciencia e ingeniería de la mano. Algunos de los inventos fueron más obvios, una vez que se conocía el porqué natural que los hacía posibles. En otros casos hubo que hacer más pruebas a lo largo de tiempo para mejorar paso a paso. Y, por supuesto, hay muchos casos en los que el inventor no sabía la base científica que hacía que su idea funcionara, pero funcionaba.
Escrito con clara intención divulgativa, como es lógico, este libro de Fernández Aguilar es una lectura entretenida y llena de pequeños descubrimientos. Tanto históricos como científicos. De hecho, el autor es licenciado en Física y tiene una amplia carrera como divulgador, escritor y profesor.
Buena recomendación. A la frase «todos sabemos que el agua hierve a 100 grados…», le agregaría Celsius, porque en otras escalas usadas, como la Fahrenheit, la cifra es otra.