Las dictaduras dan a lugar a situaciones absurdas, que, si no fuera porque en muchos casos acaban siendo trágicas, serían cómicas. Por ejemplo, no es raro que un inane, queriendo ser más papista que el papa, proponga una sandez. Y el resto, aun sabiendo que es una sandez, se abstienen de contradecirlo porque entonces se les acusará de ir contra el sistema y acabarán teniendo problemas. Digo que esto ocurre habitualmente en las dictaduras, pero ahora que lo pienso tampoco es tan raro verlo en nuestra sociedad actual. Uno de esos casos fue cuando China casi cambia los semáforos para que el rojo fuera el color del avance.
China casi cambia los semáforos para que el rojo fuera el color del avance, durante la Revolución Cultural
La Revolución Cultura china, que inició Mao Zedong en ese país en 1966 y que duró una década, llevó el comunismo y su implantación hasta el extremo. Cualquiera que se mostrara contrario a la doctrina del partido estaba condenado. Literalmente. Y, por supuesto, cuando el sentido común y la razón no imperan, los tontos avanzan. En realidad los tontos avanzan siempre, pero en esas situaciones lo hacen como si fueran sobre patines, muy rápido.
En aquellos tiempos de hambruna, de crueldad y de falta de libertad, alguien tuvo la sensación de que el gran problema estaba en el color rojo de los semáforos. El color rojo era un símbolo nacional, pero lo semáforos no estaban acordes al valor de ese color y había que hacer algo contra los semáforos.
Cuando uno conduce, el color rojo es negativo porque le obliga a uno a parar. Eso le pareció ir en contra de la revolución a los Guardias Rojos y propusieron que el color rojo de los semáforos fuera el color de avanzar, y el verde el de parar. Los jóvenes Guardias Rojos, que en gran parte eran estudiantes, no se salieron con la suya aquella vez, pero a punto estuvieron. Y hubiera sido bueno que sus acciones fueran cosas como esta tontería y no con otras iniciativas como la humillación pública de cualquiera que ellos consideraran su enemigo, los campos de reeducación o incluso las ejecuciones.
Los Guardias Rojos colocaron algunos carteles por las calles e hicieron campaña por el cambio de las luces de los semáforos. Algunos hicieron caso, seguramente por miedo, y aquello causó problemas, aunque nada de magnitud. La bola de nieve había comenzado a rodar, pero entonces apareció Zhou Enlai, a la sazón Primer ministro de la República Popular China. El líder del gobierno dejó claro que aquella era una mala idea y que debía abandonarse. Afortunadamente lo dijo un hombre con poder suficiente como para que los Guardias Rojos no pudieran ir contra él y acusarlo de atacar uno de los símbolos de la revolución, el color rojo. Si lo hubiera dicho cualquier otro…
Menos grave que negar ahora lo que hasta hace pocos años era dicho por todos: que Stepan Banderas fue un nazi, peor para su propio pueblo que los mismos alemanes; y afirmar ahora que es un patriota, y que el batallón Azof tampoco son nazis, sino defensores de la patria.
Toda la razon
Peor es afirmar ahora que Banderas no fue un nazi peor para su propio pueblo que los mismos alemanes.
Gran articulo, todas tus «curihistoriedades» me encantan… gracias por compartirlas.