La historia se conoce, se compone y se recompone con varias herramientas. Estamos acostumbrados a tratar con lo que dejaron escrito los cronistas, con lo que contaron los narradores y con las ruinas más visibles. También sabemos de la potencia iluminadora de la arqueología, que, en mi opinión, es en ocasiones más certera que las crónicas. Al final, los restos arqueológicos están enlazados irremediablemente con los hechos, y las crónicas siempre son subjetivas. Por eso les recomiendo un libro fascinante con el que he aprendido mucho: Tierra arrasada, de Alfredo González Ruibal. Por cierto, ya les hablé del libro de pasada en la entrada sobre La mítica guerrera vikinga de Birka y su muro de hierro.
Tierra arrasada, de Alfredo González Ruibal, es una visión original de la violencia y la guerra a lo largo de la historia, a partir de la arqueología
Creo que no somos conscientes, en términos generales, de lo que nos puede llegar a esclarecer la historia un estudio de antropología arqueológica, en este caso aplicado a la violencia y las guerras. Porque este texto de González Ruibal se centra en ese aspecto, la violencia, la destrucción, los combates y las guerras, desde la prehistoria hasta ayer a media tarde. Sí, incluso donde hay fotos y muchas crónicas, esta ciencia nos siguen aportando mucho. Como el autor dice, a partir del siglo XVI [la arqueología] no cuenta una historia de la violencia que no sepamos, pero sí la cuenta de forma diferente y más cercana.
Mi copia del libro está llena de marcadores de colorines que sobresalen por los cantos superior y derecho de este. Y es que cada pocas páginas he encontrado un razonamiento, una explicación o un dato que me ha asombrado, que quiero recordar. Esos razonamientos son, por ejemplo, cómo a partir de los restos el autor explica que lo más probable es que se llevaran a las mujeres como esclavas; que los derrotados fueran torturados de uno u otro modo; que fuera una razia aislada o habitual por el tipo de enterramiento o poblado; que fueran buenos o malos tiempos porque los dientes muestran la calidad de vida y alimentación… Muchas de estas cosas son, al menos para mí, abracadabrantes.
Esa sonda al pasado nos deja una lección clara. Solemos tener una visión de la guerra en el pasado entre épica y bella. Incluso sabiendo qué horror debió ser, nos fascina su parte heroica. Pero la guerra es matar gente, que estos mueran de las formas más atroces y sufran heridas terribles. Las trazas en los restos, en los huesos casi siempre, perimorten (en el momento de la muerte) y postmorten, dan mucha información y permiten asentar hipótesis con solidez y dejar claro ese horror. Por ejemplo, se puede saber cómo murió un hombre o una mujer, lo que se le hizo si se le torturó o incluso los ensañamientos con el cadáver. Cosas curiosas como, en una batalla medieval, saber que alguien murió desangrado porque tiene un corte en un determinado punto de la pierna que, por fuerza, se llevó por delante una arteria importante.
El estudio de los restos de la batalla de Teutoburgo o de la violencia en la América precolombina son apasionantes
González Ruibal va describiendo además la historia con buena mano para la narrativa. Va explicando los hechos históricos, cambios sociales, evolución en las armas, en la forma de combatir… por todo el mundo y todo el tiempo, como decía. La prehistoria, por supuesto, es algo que todos tenemos asociado a este tipo de trabajo arqueológicos. Pero aportan también mucho en guerras más modernas, en pleno siglo XX incluso. Y, entre ellos, la batalla de Teutoburgo, la América precolombina, las Guerras Indias o las guerras napoleónicas.
Sin ir más lejos, como el autor expone, busquen a las mujeres en los maravillosos cuadros de las guerras napoleónicas, porque son maravillosos, de eso no hay duda. No las hay, ni en la épica del combate, ni en el desastre, por ejemplo, de la campaña de Rusia. Pero en las tumbas, en los restos, sí están las mujeres. Muchísimas mujeres fueron a Rusia con el ejército de Napoleón y volvieron, o intentaron volver, con lo que fue quedando de él. De ellas poco queda en el arte, en las crónicas, pero no se pueden ocultar en los restos.
En resumen, esta obra es una visión original de la historia y de la guerra, muy bien contada y llena, plagada diría yo, de hechos y explicaciones asombrosas. Después de leer mucho sobre guerras y batallas, encontrar algo como este Tierra arrasada, que cambia el punto de vista, es enriquecedor. Es una pieza más del puzle con el que componer en nuestra cabeza cómo fueron la cosas en el pasado.
El autor, Alfredo González Ruibal, es arqueólogo del CSIC y ha participado directamente en multitud de excavaciones y estudios por medio mundo. Desde ese poso, crece el texto. La editorial es Crítica, y autor y editorial han tenido el acierto de ir colocando una cantidad relevante de fotos a color entre el texto para ilustrar mejor lo que se va contando. Por ejemplo, parea ver una maraña de esqueletos revueltos en una tumba que ilustra bien la idea de que no fueron enterrados con calma, respeto y ceremonia. Sino más bien fueron tirados a un agujero por sus enemigos, en ese caso, vencedores.