Hace poco les hablaba de la Bunion Derby, la carrera de costa a costa por la Ruta 66. Una carrera de 5.500 kilómetros, por etapas y a pie. Frente a esto, los 42 kilómetros de un maratón no parecen mucho. Pero lo son. Y prueba de ello es la historia sobre el corredor olímpico que hizo media carrera en coche allá por 1904.
El corredor olímpico que hizo media carrera en coche después de que se le acabaran las fuerzas
En los Juegos Olímpicos de Saint Louis, en 1904, el maratón aún no había llegado a esos 42,195 kilómetros, sino que estaba en unos 2 km. menos. Por cierto, recuerden que los maratones son de 42,195 km. por la corona británica. Y en esos Juegos Olímpicos de 1904 participó un tipo llamado Frederick Lorz, un estadounidense nacido en 1884, que hizo una burda y enorme trampa. Tomó la salida aquel 30 de agosto y escribió su nombre en la historia de los Juegos.
La escribió en un primer momento en el lado bueno, al ganar la prueba de maratón. Aunque en unos pocos minutos su nombre pasó al lado malo de la historia del deporte, al lado de los tramposos. Y es que Lorz arrancó a correr en la salida y a los 15 kilómetros ya había gastado todo su combustible, así que se subió a un coche e hizo gran parte del recorrido en él. Se bajó unos kilómetros antes de llegar al estadio olímpico y cruzó la línea de meta entre vítores y vivas, porque era el primero en hacerlo.
El coche era el de su entrenador y juntos hicieron casi 18 kilómetros. La distancia que quedaba hasta la meta, unos 7 km., los hizo otra vez a pie, trotando, para acabar en 3 horas y 13 minutos. Lorz fue campeón olímpico durante unos 20 minutos, lo que tardó en correrse la voz de su trampa.
La pregunta es, ¿si no lo hubieran visto habría reconocido su trampa?
Tuvo la mala suerte de que un espectador lo había visto y avisó de lo que había hecho. La verdad no tardó en ser reconocida por Lorz, perdiendo su medalla y su reputación. Así fue el oro a parar al cuello de Thomas Hicks, que había quedado segundo. Hicks, por cierto, había tomado alguna cosa que hoy le habría llevado a dar positivo por dopaje, pero que entonces estaba permitida. En concreto, le habían dado claras de huevo con estricnina cuando se vio flojo, lo que casi acaba con él. Literalmente.
Lorz no era mal corredor y ganó al año siguiente la maratón de Boston, a pesar de que había sido sancionado de por vida. Pero después de disculparse por su conducta y alegar en su defensa que no tardó (casi) nada en recocer su trampa, le dejaron volver a competir.