(Documento de la declaración de guerra) |
Ya hemos hablado otras veces de guerras tontas, duraderas, olvidadas y absurdas. De guerras, o de declaraciones de guerra, que muchas veces son más ruido que nueces. En este caso vamos a ver la declaración de guerra a Francia de un pueblo almeriense que en la actualidad tiene algo menos de 400 habitantes y que por ahí andaba de censo cuando se envalentonó contra el país al norte de los Pirineos. La historia es maravillosa.
A comienzos de los años 70 del siglo XIX, tuvo lugar la guerra Franco-Prusiana que finalizó en mayo de 1871 con la victoria de los prusianos. Unos años después, en 1883, el que era nuestro monarca, Alfonso XII, emprendió una gira por Europa. En su visita a Berlín, mostró su simpatía por los germanos y fue nombrado coronel honorario del ejército prusiano. Con poco tacto y menos diplomacia, todo sea dicho, se presentó en París vistiendo el uniforme que le distinguía como ulano alsaciano. Es decir, se presentó en Francia con un uniforme prusiano, poco más de una década después de la guerra entre ambos países.
El pueblo francés no recibió al rey español con afecto debido a ese detalle, desde luego no menor, y le lanzó insultos y hasta piedras. Los españoles, que somos muy de hablar mal de España, pero también de no permitir que nadie que no sea español lo haga, apoyaron al rey Alfonso XII con entusiasmo. En el paroxismo de ese entusiasmo, el pueblo de Líjar, en Almería, declaró la guerra a Francia. Tampoco conviene dejar de lado que en España todavía se recordaba que a comienzos del siglo los franceses habían la habían invadido.
En su sesión ordinaria del 14 de octubre de 1883, el ayuntamiento de Líjar decía lo siguiente:
[...] el más insignificante Pueblo de la Sierra de los Filabres, debe de protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar, que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola treinta franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho en su casa. […] está dispuesto a declararle guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa.
Que un Carlos Primero de España, supo hacer prisionero a un Rey Francés, y cuando lo guardaba en Castilla, con cuantas consideraciones se albergan únicamente en pechos Españoles, supo el solo atravesar, la Francia aterrorizando con su figura el Mundo. Que también hubo un Felipe Segundo, que en su reinado supo abarcar de uno a otro confín de la Tierra y que ahora, cuando el Pueblo de España, no cuenta ni con un Gonzalo de Córdoba, ni con un D. Juan Chacón, ni con un Conde de Gabia, ni un Dureña Ponce, hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los Continentes a la Cobarde Nación Francesa.
El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución.
De esa declaración de guerra no surgió acción bélica alguna, y el efecto por tanto fue nulo a efectos prácticos, pero inmenso en términos morales y estratosférico para el disfrute de una buena historia.
Las cosas volvieron a su cauce un siglo y unas dos semanas después. Hasta en eso es grande esta historia. Es como la canción de Sabina de los 19 días y 500 noches. Líjar estuvo en guerra con Francia 100 años y 16 días. El 30 de octubre de 1983 se firmó la paz por parte del cónsul y vicecónsul francés de Málaga y Almería y el alcalde de Líjar.
Viendo estas consecuencias, dan ganas de ir al ayuntamiento a pedir que se declare la guerra a algún país, aunque sólo sea por tener una historia como esta en el pueblo de uno.