Las dictaduras, y otros modelos políticos, se empeñan en dirigir y controlar todos los ámbitos de la vida, y uno de los métodos más directos y prácticos de influir en la gente es manejar los parámetros básicos que rigen nuestro día a día. Por ejemplo, el calendario o las horas del día. La Rusia soviética no se resistió a ello y llevó a cabo cambios interesantes en el calendario.
Todo comenzó el 14 de febrero de 1918, cuando Lenin cambió de un plumazo del calendario juliano al gregoriano. Pasaron así los calendarios del 31 de enero de 1918, juliano, al 14 de febrero, gregoriano. Esos 13 días se evaporaron. Pero este detalle no fue nada, algo más de una década más tarde, en 1929, los meses se determinaron todos iguales, todos de 30 días. Sobraban así 5 días en un año normal (30 días x 12 meses=360), que fueron establecidos como días de fiesta a lo largo del año, fuera de los meses.
Pero ni siquiera ahí pararon los experimentos. Se pensó también por entonces que las semanas debían tener 5 días, sin domingos, sin fines de semana ni días festivos generales. Los trabajadores se dividirían en 5 grupos, y todos los trabajadores de cada grupo librarían un día concreto a la semana. Algo parecido a cuando ahora no pueden circular los coches un determinado día porque la matrícula es par o impar. Así, en Rusia, si eras del grupo amarillo, por ejemplo, te tocaba librar un día, y si eras del morado, otro día.
En el calendario de la imagen superior podemos ver todo esto. Es un calendario publicado en Estados Unidos, por eso está en inglés, y como pone bajo el título, era el calendario para el grupo tres, o grupo Rojo. Los días en cuadrados negros eran días de descanso, y los días en círculos negros eran fiestas nacionales.
Esta idea permitía que las empresas no tuvieran realmente fines de semana, ni parones. El país producía sin descanso, todos los días. No había fines semana, pero también es cierto que uno trabajaba 4 días y descansaba 1. No se engañen, de todas formas, 2 días de 7, el patrón de trabajo actual, incluye proporcionalmente más días de descanso que 1 de cada 5.
Decía que las dictaduras se empeñan en cambiar la vida de la gente, pero también es cierto que hay inercias que es casi imposible modificar. La semana rusa de 5 días no acabó de encajar. No subió la productividad y, además, la gente estaba disgustada porque una de las cosas buenas de los festivos, es que son festivos para todos, para ti, tu familia, tus amigos… y se pueden hacer planes y disfrutar juntos.
Dos años después del cambio, volvieron a poner los meses de diferentes longitudes, aunque la semana seguía sin domingos. Eso de tener un día dedicado a Dios no iba con la religión comunista. Se implantó una semana de 6 días, con días de fiesta para todos en cada mes. Total, algo parecido a las semanas de 7 días, pero sin domingo. Otro lío.
En 1940, poco antes de que la Segunda Guerra Mundial cambiara de verdad la vida de los rusos, todo volvió al sitio habitual y común con el resto de Europa: meses con distintos números de días y semanas de 7 días.