(Noticia sobre la muerte de Thomas Midgley) |
Del hombre del que les voy a hablar hoy se ha dicho que él sólo ha tenido más impacto en la atmósfera que cualquier otro organismo en la historia de la Tierra. Esto lo dijo el historiador John McNeill, y el acusado era Thomas Midgley. Si bien es cierto que hay algunos comportamientos de Midgley que fueron un poco, digamos, oscuros, probablemente no estaba en su afán de inventor conseguir el triste récord que consiguió contra la naturaleza. Aunque, como veremos al final, acabó pagando sus pecados con su propia moneda.
Thomas Midgley fue un químico estadounidense nacido en 1889 y que ideó un aditivo para la gasolina, el tetraetileno de plomo, que como suponen llevaba plomo y este acababa en el aire tras salir por el tuvo de escape de los vehículos. Se prohibió definitivamente en 1996, aunque fue reduciéndose su uso tiempo antes. De hecho, a los primeros que afectó gravemente fue a los propios trabajadores de las plantas donde se procesaba el aditivo. Midgley llegó a lavarse, si podemos decir lavarse, las manos con su producto, para intentar mostrar su seguridad, pero los estudios determinaron justo lo contrario, que estaba matando a los trabajadores. Y esto fue en la década de los años 20 del siglo pasado. Como ven, la gasolina con plomo era una maldición casi desde su creación.
El invento de Midgley hacía que los motores funcionaran mejor, eso era cierto, pero el precio a pagar era demasiado alto. La salud de los trabajadores y la del planeta entero entraban en la ecuación. El plomo en el ambiente, y casi en cualquier lugar, es un atentado contra la salud. Midgley debía ser un tipo inteligente y trabajador, ya que tiene en su haber más de 170 patentes. Entre esos inventos, además de la gasolina con plomo, están los famosísimos clorofuorocarbonos, o CFC, que todos conocemos por su daño a la atmósfera. Tan importante y conocido fue su efecto que aún hoy se pueden ver envases que indican que indican que están libres de CFC.
Midgley no sabía nada de este daño colateral de su invento, los CFC, y en realidad buscaba mejorar el funcionamiento de las neveras, pero esos gases son catastróficos para nuestra atmósfera. En cualquier caso, acabó pagando su mala suerte con los inventos de la forma más dura posible.
Cuando tenía en torno a 50 años, Midgley contrajo la polio y la enfermedad lo dejó en un estado físico muy deteriorado. Su cuerpo, muy debilitado, no le impidió seguir usando su cabeza y diseñó un sistema de poleas y cuerdas para poder levantarse fácilmente de la cama. En un fallo del sistema, una cuerda se enredó en torno a su cuello y acabó por ahogarlo. Murió asesinado por su invento. Con todo el daño que acabó haciendo, de un modo u otro, a la atmósfera, tendría que haber sido asesinado por el cielo, como dice el verso de Lorca. Eso sí, no por el cielo metafórico, sino por el cielo que está sobre nuestras cabezas.
Fuente de la imagen: Rare newspapers