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Dos poemas sobre la guerra

(Wisława Szymborska)

La de hoy no es una curistoria al uso, ya me perdonarán. O quizás sí. No estoy seguro. La cuestión es que no es raro que aquí hablemos de guerras, combates y de hechos extremos relacionados con el mundo bélico. Como leí o escuché alguna vez, no recuerdo dónde, la guerra lleva a los hombres a hacer lo peor de lo que son capaces, pero también a lo mejor de los que son capaces. Es obvio que la guerra tiene muchas caras y creo que también hay que conocer la que sigue, en forma de poemas.

Hace un par de días, leyendo una antología poética de Wislawa Szymborska editada por Visor en 2015, me encontré con dos poemas publicados originalmente en el libro de 1967 titulado Mil alegrías, un encanto. Szymborska, poeta polaca nacida en 1923 y fallecida en 2012, recibió el Nobel en 1996.

Lo que expresan esos poemas, como decía, son también parte de la historia de las guerras, que afortunadamente muchos vemos con perspectiva lejana, pero que fueron, siempre, terribles. Lo que siente la madre del héroe y lo que de verdad tiene claro una mujer en mitad del desastre, en forma de arte.

PIEDAD
En el pueblo donde nació el héroe, se puede:
ver el monumento, admirarle por lo grande que es,
espantar dos gallinas en el umbral del museo vacío,
enterarse dónde vive la madre,
llamar, empujar la chirriante puerta.
Se mantiene erguida, pelo liso peinado hacia atrás, mirada clara.
Decir, que una ha venido de Polonia.
Saludar. Preguntar alto y claro.
Sí, le quería mucho. Sí, siempre fue así.
Sí, estuvo entonces junto al muro de la prisión.
Sí, oyó los disparos.
Lástima por no haber traído la grabadora
ni cámara fotográfica. Sí, conoce estos aparatos.
En la radio leyó su última carta.
En la televisión cantó las viejas nanas.
Incluso una vez hizo presentación en un cine, mirando los focos
hasta las lágrimas. Sí, la conmueve que recuerden.
Sí, está un poco cansada. Sí, se le pasará.
Levantarse. Dar las gracias. Despedirse. Salir
Cruzándose en el pasillo con los siguientes turistas.

VIETNAM
Mujer, ¿cómo te llamas? –No sé.
¿Cuándo naciste, de dónde vienes? –No sé.
¿Por qué has cavado una madriguera en la tierra? –No sé.
¿Desde cuándo te escondes aquí? –No sé.
¿Por qué me has mordido en el dedo anular? –No sé.
¿Sabes que no te haremos daño? –No sé.
¿De qué lado estás? –No sé.
Es la guerra, has de elegir –No sé.
¿Existe todavía tu aldea? –No sé.
¿Estos son tus hijos? –Sí.

Curistoria

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