(Charles Wheatstone) |
Nuestros tiempos son, probablemente, los tiempos dorados de la criptografía, al menos en lo que llevamos de historia del mundo. Nunca antes ha estado tan presente en nuestro día a día, aunque no la veamos y pase casi desapercibida. Es más, debería estar aún más presente, pero eso es otro tema. Dicho esto, en el pasado ya hubo grandes aficionados al tema.
Cuando comenzó a popularizarse el uso del telégrafo, no era extraño que los emisores y receptores, personas particulares y sin relevancia pública, hicieran uso de alguna técnica criptográfica simple para enmascarar sus mensajes. Incluso en los periódicos, en la época Victoriana, algunos mensajes eran intercambiados debidamente codificados, usando los espacios que esos periódicos brindaban para que los lectores publicaran sus anuncios y comentarios.
Dos aficionados a la criptografía, Charles Wheatstone, inventor británico, y su amigo Lyon Playfair, se juntaban en ocasiones delante del periódico para buscar esos mensajes cifrados y descubrir el texto en claro que trataban de ocultar. En una ocasión se toparon con un texto de amor que un joven de Oxford le enviaba a su chica a través del periódico The Times. Él le proponía a su querida que huyeran juntos, para poder disfrutar de su amor. Wheatstong y Playfair, quizás por seguir el juego y quizás pensando en los jóvenes enamorados, publicaron en el mismo periódico y usando el mismo método y clave criptográfico que usaban los amantes, un mensaje disuadiendo a la pareja de llevar a cabo la locura de escaparse juntos.
Unos días después apareció un nuevo mensaje en The Times. Era de la joven e iba dirigido hacia su novio: Querido Charlie, no escribas más. Nuestro cifrado ha sido descubierto.
Estos dos tipos, Wheatstone y Playfair, diseñaron un método criptográfico basado en la substitución de letras en grupos de 2. Era 1854 y se reunieron con el subsecretario del Foreign Office para ofrecerle su invento y conseguir que las comunicaciones por telégrafo fueran algo más seguras. A ojos del subsecretario, aquella solución era demasiado compleja, a lo que Wheatstone contestó: deme 15 minutos y podré enseñar esta técnica a tres o cuatro chicos de la escuela elemental más cercana. No hay que olvidar que entonces, tanto el cifrado como el descifrado de los textos, letra a letra, debía hacerse a mano.
El subsecretario respondió entonces que era posible que los niños lo aprendieran en 15 minutos, pero que sería imposible que lo hicieran los agregados, es decir, los empleados del Foreign Office que debía ser los que tendrían la obligación de cifrar y descifrar los mensajes oficiales. A pesar de ello, finalmente la persuasión de Wheatstone y Playfair ganó y la Oficina de Guerra británica adoptó su método de cifrado. Curiosamente, si bien fue Wheatstone el inventor, a la historia pasó su invento con el nombre de cifrado de Playfair.
Fuente: Codebreaker: The History of Secret Communication, de Mark Frary y Stephen Pincock