(Un B52 lanzando bombas) |
La Guerra Fría fue un periodo extraño, duro en muchos sentidos, pero también fue la fuente de situaciones y hechos increíbles. Sin ir más lejos, pocas veces ha sido tan adecuado el momento para las historias de espías. Se llevaron a cabo proyectos enormes, con la excusa de que el otro bloque podría tomar la iniciativa en algún campo o incluso en una guerra abierta. De hecho, en la última entrada hablábamos sobre cuántos hombres habían pisado la Luna y la carrera espacial tuvo mucho que ver con la Guerra Fría.
Entre todas aquellas ideas, proyectos, conflictos y locuras, tuvo lugar la operación Chrome Dome, algo así como Cúpula Cromada. Entre 1960 y 1968, o 1961 según otras fuentes, la dirección del SAC estadounidense (Strategic Air Command) decidió dar un paso más en su política de disuasión nuclear. Esa política tenía como objetivo hacer saber al bloque soviético que cualquier ataque recibiría como respuesta un contraataque nuclear devastador. Así, cada uno de los dos grandes bloques, sabiendo que comenzar un conflicto supondría su propia destrucción, mantenía la calma de algún modo.
Chrome Dome tenía como objetivo mantener siempre en vuelo, 24 horas al día y 365 días al año, bombarderos B52 cargados con bombas termonucleares, de tal forma que la potencial respuesta a un ataque ruso llegaría al momento, sin hacerse esperar, ya que los aviones no sólo estaban listos para el ataque, sino que estaban en el aire y cerca, relativamente, de sus objetivos. Las rutas que hacían estos aviones constantemente cruzaban el Atlántico, pasaban por el Mediterráneo y por el Ártico. De hecho, el avión que se estrelló en Palomares el 17 de enero de 1966 formaba parte de esta operación. Las rutas eran tan largas que los aviones repostaban en el aire, que fue también lo que provocó el accidente sobre territorio español.
Lógicamente, como parte de la política de disuasión, este tipo de misiones eran conocidas por los soviéticos. En todo momento había doce aparatos en el aire, un B52 de cada ala de SAC. Y cuando decimos en todo momento, es en todo momento. Cada uno de ellos cumplía una misión de 24 horas, antes de aterrizar y ser reemplazado por otro. El comandante en jefe del SAC afirmó que nunca se había llevado a cabo algo así en la historia. Y apuesto a que no se equivocaba.
Por cierto, no hay que olvidar que aquellos enormes aviones que sobrevolaron medio mundo durante años, el otro medio no lo sobrevolaron porque era enemigo, iban cargados con bombas termonucleares.