(Oliver Cromwell) |
Nunca sabe uno, en la historia, cómo va a salir de una condena a muerte. Recuerden el condenado a muerte que acabó vivo en Valladolid. Pero el caso de hoy va más bien en la dirección contraria, ya que hablamos de un muerto al que ejecutaron, después de muerto. Se trata del famosísimo Oliver Cromwell, el político y militar inglés que llevó a Inglaterra a la república. ¡Inglaterra sin reyes!
Cromwell, después de sus revueltas, alcanzar el poder y tener mucho que ver en que el rey Carlos I de Inglaterra fuera ejecutado públicamente, murió el 3 de septiembre de 1658 y fue enterrado en la abadía de Westminster, paradójicamente, lugar plagado de reyes ingleses. A pesar de luchar contra la monarquía le sucedió su hijo, pero sin los apoyos ni la habilidad de su padre, la situación acabó por llevar a Inglaterra de nuevo a la monarquía, con Carlos II como rey desde 1660.
Tres años después de la muerte de Cromwell, en 1661, se quiso hacer justicia sobre él, y para ello no fue inconveniente que estuviera ya muerto. Su cuerpo fue exhumado y ahorcado el 30 de enero de ese año, el mismo día en que había sido ejecutado Carlos I. Se exhibió el cadáver rematado, literalmente rematado, y decapitado, para acabar enterrándolo de nuevo, pero esta vez fuera de la abadía de Westminster, donde curiosamente sí se dejó permanecer a su hija, que había fallecido poco antes que él. Poco antes de su primera muerte, se entiende.