| Telar de madera |
Hace unos días se ponía en contacto conmigo Mario Coronel, un lector del blog, y me hacía llegar información sobre un pueblo, Grazalema, y sobre el museo de maquinaria textil del siglo XIX que está allí situado. Y la verdad es que me ha llamado la atención una cuestión que he leído en la documentación que me remitió y que les contaré a continuación.
Grazalema es un municipio de poco más de dos mil habitantes en la actualidad y que está situado en Cádiz, un provincia del sur de Andalucía. A aquellos que conozcan España o el clima mediterráneo, les sorprenderá saber que el lugar es uno de los más lluvioso de España y eso salvó de un modo extraño la honra de sus pastores hace unos siglos, al impedirles usar un truco muy utilizado en el resto de España.
Durante el siglo XVIII y la primera parte del XIX, Grazalema tenía cuatro veces más habitantes de los actuales, gracias en gran medida a su actividad en la industria de la lana. Sus productos eran muy conocidos y reconocidos, y el rey Felipe V había otorgado privilegios a los grazalemeños para potenciar y proteger su industria. El pueblo era una zona próspera e incluso las mantas del lugar servían como moneda para pagar deudas. Pero las cosas cambiaron y llegó el declive de esa industria, el tratamiento de la lana y la fabricación de productos finales. No sólo llegó a Grazalema, llegó a todo el país.
En términos generales, en España se redujo todo a la venta de la materia prima, la lana, al peso, para que en otros lugares se elaboraran las prendas usando técnicas y maquinaria que aquí no llegaron a implantarse de manera significativa. La venta al peso y que el trabajo final se hiciera lejos, hizo que la calidad de la materia prima se fuera dejando de lado y así la lana española fuera cada vez peor. Los pastores dejaron de cuidar el brillo y la limpieza de lana y por el contrario solían mantener sucios los rediles para que la lana, carga de polvo y tierra, pesara más. Sorprendentemente, a veces la lana peinada, es decir, una vez limpia y preparada, pesaba mucho menos de la mitad.
Aquel truco fue imposible de aplicar para los pastores de Grazalema, ya que era tanta la lluvia que caía a lo largo del año sobre los rebaños, que estos se lavaban de manera natural y así su vellón rendía notablemente más que el resto del nacional, y seguía siendo de buena calidad. Del cielo le caía a Grazalema la desgracia y la virtud. Esta por buena lana y por no engañar con los pesos y aquella porque los pastores no podían engordan las balanzas con polvo y tierra.
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Todavía, me consta que 150 años después sigue abierta una fábrica de Mantas de lana en Grazalema, que es donde se expone ese museo.
Gracias por el apunte.