La ley del mar y el canibalismo

En la entrada de ayer les comentaba que una de las razones para condenar a los miembros supervivientes de la tripulación del Mignonette fue que estos no habían sorteado quién debía morir para servir de alimento al resto. Y es así, de acuerdo a la ley del mar, si tomamos bajo este nombre las tradiciones y reglas no escritas que gobernaban la vida marina hace unos siglos.

Algunas de estas tradiciones, aceptadas por casi todos los marinos, son muy conocidas: las mujeres y los niños son los primeros en ocupar los botes salvavidas cuando el barco se hunde y el capitán siempre debe ser el último en abandonar la nave. Pero lo cierto es que la ley del mar hace especial hincapié en el tema de la supervivencia a través del canibalismo.

Aquellos hombres que quedaran a la deriva en medio del océano después de un naufragio y una vez agotado todo alimento, pueden sortear de algún modo quién de entre ellos debe ser sacrificado para servir de alimento al resto. Habitualmente se usara un cordel, cortándolo en pedazos y el pobre que saque el trozo más corto será el elegido. El proceso podrá repetirse tantas veces como sea necesario hasta el rescate o hasta que no quede más opción al último hombre vivo que comerse a sí mismo. Por supuesto, si alguno de los hombres muere por enfermedad o causas similares, podrá ser víctima del canibalismo sin problema.

Hay varios casos conocidos y famosos de esta tradición. La Meduse en 1810, el ballenero Essex en 1820 o el Mignonette en 1884, del que hablamos ayer son algunos ejemplos.

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