Arrojando oro por la ventana

La familia Farnesio fue durante los siglos XVI y XVII una de las más poderosas, influyentes y acaudaladas de Italia. De esta estirpe salieron papas y grandes militares, los famosos duques de Parma.

Cuando finalizaron la construcción del conocido como Palacio Farnesio, sus fiestas y comilonas fueron míticas. Disponía, el palacio, de un salón en la planta superior cuyos ventanales daban al río Tiber y en algunos banquetes el oro corría por la mesa. No es que se lo comieran, no, lo derrochaban de peor modo.
Los platos, las bandejas, los cubiertos… todo era de oro y los Farnesio, haciendo gala de poco gusto y mucha altanería, arrojaban los cubiertos y demás enseres por las ventanas al río al acabar de comer. Mejor tirarlos que fregarlos, debía ser el mensaje.
Pero ya saben ustedes, queridos amigos, que uno no se hace rico si derrocha de este modo y los Farnesio también lo sabían. A la vista de sus invitados el gesto era espectacular y cercano a la locura. Lo que no sabían aquellos invitados era que había criados de los Farnesio escondidos entre los arbustos junto al río y que manejando grandes redes recogían los objetos de oro para poder ser reutilizados, espero que después de ser fregados.

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