En la caza los perros mandan

Durante las guerras napoleónicas, después de que el campamento de Wellington, mal situado, fuese víctima de un constante fuego enemigo, llegó un momento de tregua. El inglés siempre viajaba con sus perros de caza para poder disfrutar cuando tenía algún momento de su gran pasión por dicha actividad y a ello se dedicó durante aquella tregua con los franceses. Por supuesto, en compañía.

Persiguiendo un zorro, los perros pasaron cerca de las líneas enemigas. Uno de los encargados de la caza abogó entonces por detener la persecución, pero un joven oficial siguió a los perros gritando que donde iban los perros él los seguía. Por supuesto, los perros, que poco saben de guerras, atravesaron las líneas enemigas y el inconsciente oficial los siguió y fue capturado. Los franceses, al parecer, se quedaron estupefactos cuando vieron aparecer a un joven oficial inglés galopando junto a los perros. Pero aún se sorprendieron más cuando este les explicó el porqué de su internada en la zona enemiga.

Los franceses, que supongo yo que no sabrían si llamarlo loco o tonto, lo dejaron volver con el ejército inglés después de escuchar su explicación. Al fin y al cabo, es posible que un loco, pensarían, hiciera más daño a las propias tropas inglesas que el tenerlo retenido en la retaguardia francesa.

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