En 1598 murió Felipe II y le sucedió Felipe III. Heredó un Imperio totalmente en bancarrota, con unas deudas superiores a los 76 millones de ducados, y esto después de haber declarado una bancarrota en 1596. Las guerras eran el principal sumidero de dinero para las arcas españolas y estas consumían todo el dinero recaudado en todos los territorios del Imperio, así como los botines de guerra que se iban consiguiendo.
España estaba desangrada, pero aún así, en 1599 Felipe III se casó y no reparó en gastos para celebrarlo. Se calcula que únicamente en la celebración de la boda, el Rey se gastó el 10% de las rentas de la hacienda del Estado.