En 1603 murió la esposa del Duque de Lerma, que había expresado su deseo de ser enterrada en Medinaceli, pero al Duque le convenía hacerlo en Valladolid, que era donde se encontraba la corte en aquel momento. Debido al calor y a que el cortejo tardó siete días en llegar a su destino, cuando este llegó a la ciudad, el hedor era considerable y hubo que enterrar el cadáver inmediatamente.
Pero el Duque de Lerma no quería renunciar a un cortejo fúnebre con lo mejor de la sociedad y aristocracia del momento y el 10 de Junio se realizó ese cortejo. Pero como la muerta estaba enterrada, se paseó por la ciudad un ataúd cargado de ladrillos.