En mi anterior entrada les daba a conocer mi último libro: Historia de la criptografía. Como les decía es tanto una historia de la criptografía como un viaje por la criptografía en la historia. El arte de la cifra y de los códigos, la escritura secreta, está llena de personajes inteligentes y sorprendentes. De historias apasionantes. Un ejemplo de esto son las modernas ideas de la criptografía del Vaticano en el siglo XIX, que llegaron de la mano de Francesco Capaccini.
Algunos de esos personajes relacionados con la criptografía son muy conocidos, como Vigènere, los Rossignol, Babbage o Alan Turing. Otros no lo son tanto, pero su importancia en la historia es reseñable. En algunos casos tuvieron ideas, hace siglos, que hoy siguen siendo válidas y fueron sorprendentemente modernas.
A comienzos del siglo XIX el Vaticano problemas con sus comunicaciones, no eran seguras
Como era de esperar, la criptografía del Vaticano tuvo a personas dedicadas a ella, y las seguirá teniendo en la actualidad, con toda seguridad. Francesco Capaccini, fue sacerdote romano que formó parte de los servicios vaticanos durante en siglo XIX y que contribuyó a diseñar el sistema de comunicaciones del Vaticano con sus sedes europeas, para intentar evitar que la correspondencia de las altas instancias vaticanas fuera capturada y conocida por otros países.
Los primeros servicios de Capaccini fueron como director de espías en Holanda, donde era internuncio. Creó una red de informadores para evitar los movimientos contrarios a Roma. A comienzos del siglo XIX el papado tenía nuncios, cónsules y enviados de diferente tipo por gran parte del mundo, pero esa importante red no era explotada como fuente de información. Además, sus comunicaciones eran enviadas a través del correo de cada país, lo que hacía que dichas comunicaciones, por secretas que fueran, acabaran siendo leídas por los servicios de espionaje de cada uno de esos países.
Por ejemplo, en 1801, durante la negociación en París del concordato entre la Santa Sede y Francia, las cartas que intercambiaban el secretario de Estado papal y su nuncio en la capital francesa eran copiadas y leídas. Unos años más tarde, durante la celebración del Congreso de Viena, donde se discutían y peleaban las fronteras y las relaciones internacionales en Europa tras la derrota de Napoleón, los austríacos conocían perfectamente las comunicaciones de Ercole Consalvi, su hombre en Viena, con Roma.
En algunas ocasiones el Vaticano envió mensajeros personales, que debían portar las cartas y entregarlas en mano. Este método era poco eficiente, no era una solución general, pero es otra muestra clara de la falta de seguridad de las comunicaciones entre el Papa y sus hombres y diplomáticos europeos.
Francesco Capaccini, el secretario de Cifras y Claves del papado de Gregorio XV
En 1831 Francesco Capaccini fue nombrado secretario de Cifras y Claves del papado de Gregorio XVI. La biblioteca vaticana, como podemos suponer, estaba bien dotada de tratados sobre criptografía, de mensajes cifrados y de documentos de todo tipo, lo que permitió a Capaccini profundizar en la búsqueda de un cifrado seguro. Puso en marcha nuevas claves y cifrados, pero llevó sus ideas a un nivel superior, mejorando también los propios canales de comunicaciones y su uso.
Capaccini diseñó un sistema de mensajeros y correos para las más cartas más importantes, para que no cayeran en manos que las pudieran distraer durante su viaje. En la literatura especializada, en ocasiones se habla de este grupo de correos como los Mensajeros de Dios. No siempre eran hombres de iglesia sus miembros, sino que la red de comunicaciones diseñada por Capaccini se apoyaba también en comerciantes u hombres de negocios que se movían por Europa y cuya lealtad al papado estaba fuera de toda duda. La criptografía del Vaticano, en su visión más amplia, dio un gran paso.
Por otra parte, utilizó el sistema bancario de la época para asegurar la correspondencia, enviado a través de los servicios bancarios la clave necesaria para descifrar cartas que habían sido enviadas por otros canales. En ocasiones, hasta una misma carta era separada en varios envíos y cada uno de ellos seguía un camino distinto a través de la red de mensajeros al servicio del papado. Al final, el secretario de Estado reunía todas las partes, conseguía la clave a través del servicio financiero y, por fin, descifraba el texto en claro.
La criptografía del Vaticano se modernizó en el siglo XIX
Esta idea de Capaccini es un concepto que hoy se mantiene dentro de la seguridad lógica de las comunicaciones y que es una de las bases de muchos sistemas de identificación basados en claves. Se conoce como la ruptura de canal y hace referencia al uso de distintos canales o métodos de envío para compartir todo lo necesario para identificarse en un sistema o, en el caso de Capaccini, para componer y descifrar un mensaje. En este caso del siglo XIX, aquel que quisiera leer la correspondencia papal tendría que capturar las partes del mensaje que viajaban por distintos caminos de esa red de comunicaciones virtual que recorría Europa, y además capturar la clave que se enviaba a través de los servicios financieros.
Capaccini no dejó de ganar prestigio ni de seguir estudiando y mejorando hasta el día de su muerte, el 15 de junio de 1845. Tanto es así que murió de un infartó fulminante y, cuando encontraron su cadáver, tenía sobre sí los papeles que estaba leyendo, que trataban sobre criptografía y criptoanálisis.