Los hechos que les voy a contar hoy los conozco desde hace décadas, probablemente desde que era un niño. No recuerdo bien desde cuándo pero sí que esta historia siempre me impactó cuando la conocí. La he vuelto a leer hoy en la cuenta de Twitter de Consuelo Ordóñez, la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo. En esta cuenta se va haciendo una labor necesaria y esencial de recuerdo de las personas a las que ETA asesinó, quiénes eran y cómo fue. Una cuenta tristísima, pero, como digo, necesaria. Es esencial que no se olvide lo que hizo ETA, cómo lo hizo y a cuántas personas y familias asesinó y arruinó la vida.
La historia del asesinato de Ramón Baglietto es además una muestra perfecta de lo inhumanos que eran y son sus asesinos. Lo inhumanos que eran y son los etarras. ETA asesinó a Ramón Baglietto el 12 de mayo de 1980, es decir, tal día como hoy hace 39 años. Había sido concejal de UCD en Azcoitia y se ganaba la vida con una tienda de muebles en Elgóibar. Cuando ETA lo mató, tenía 42 años, y dos hijos, uno de 9 años y otro de 13.
Volvía a su casa tras cerrar su tienda y se dio cuenta de que lo seguían, aceleró, pero en una curva, más adelante, había dos etarras esperándolo y ametrallaron el coche. Baglietto perdió el control y se salió de la calzada, chocando contra un árbol. No murió ni por los tiros de las metralletas ni por el coche contra el árbol. Uno de los etarras, Cándido Azpiazu, se acercó al coche y al comprobar que Ramón aún seguía vivo, le disparó un tiro en la sien. Es terrible y de una maldad infinita, pero sabiendo que Ramón Baglietto le había salvado la vida a Azpiazu cuando este era un niño, uno no acaba de creérselo.
El primer cruce de las vidas de Baglietto y Azpiazu tuvo lugar en 1962 cuando, como decía, el primero salvó la vida al segundo. Ramón Baglietto estaba en la puerta de su tienda cuando delante de él pasó una señora que llevaba un niño en brazos y otro agarrado de la mano. El niño que caminaba llevaba un balón que se le escapó y tras el cual el niño salió corriendo a la calzada soltándose de su madre. Salió esta detrás del niño, justo cuando venía un camión. Ramón Baglietto corrió y tuvo tiempo de coger de los brazos de la madre al niño, salvándole así la vida. Ese niño era Cándido Azpiazu y tenía tan sólo 11 meses. Su madre y su hermano, de 2 años, murieron atropellados por el camión.
Azpiazu fue atrapado, juzgado y condenado a 42 años de cárcel. Tras 12 años en prisión, había salido libre. Por si fuera poco, cuando salió libre intentó poner un negocio en el mismo edificio donde vía la viuda de Ramón Baglietto, debajo de su casa. Supongo que alguien puede decir que había pagado su pena de cárcel y que era libre de poner un negocio donde quisiera, pero sólo alguien tan retorcido como Azpiazu estaría dispuesto a recordar a una viuda quién y cómo había matado a su marido. En cualquier caso, el negocio fue embargado por la Audiencia Nacional para que el terrorista pagara la indemnización a la que había sido condenado. Tras años de idas y venidas, en 2008 la cristalería salió a subasta, con las indemnizaciones aún sin pagar, y por poco más de 45.000 euros se la adjudicó la esposa del etarra.
Esta historia es increíble y triste. Lo que cuenta es cruel e inhumano. En una entrevista en 2001, Azpiazu responde varias veces, cuando le preguntan sobre si sabía en el momento del atentado que Ramón le había salvado la vida, que su padre nunca se lo había dicho. Tal y como se expresa, y por sentido común, parece imposible que no lo supiera.