He conocido la historia de Bou Meng gracias al libro El lugar más feliz del mundo, de David Jiménez, y parece la historia de Sherezade en Las mil y una noches. Bou Meng, como la narradora árabe, estaba condenado, de facto, a muerte cuando entró en la prisión S-21, en la Camboya de Pol Pot. Aquel lugar era un centro de exterminio, más que una prisión. Tras las torturas y las confesiones de cualquier tipo, hechas sencillamente para que parara el sufrimiento, llegaba la muerte. Tanto es así que de las más de 14.000 personas que pasaron por la S-21, tan sólo 7 salvaron la vida. Entre ellos, Bou Meng.
Todos iban a morir, pero había una categoría de presos a los que se podía matar sin más explicaciones. Cualquier guardia, sin una orden al respecto y sin pedir permiso a ningún superior, podía matarlos. Bou Meng estaba en esa categoría. Fue detenido en agosto de 1977 y cuando ya estaba convencido de que lo llevarían cualquier día a medianoche a un camión, señal de que lo iban a ejecutar, un guardia preguntó en voz alta si alguno de los prisioneros sabía pintar. Bou Meng levantó la mano.
Lo llevaron a una habitación donde le entregaron un retrato de Pol Pot y le ordenaron que hiciera una copia. Si había una oportunidad de ganar un día de vida, como Sherezade, estaba allí. Copió el retrato y ambas obras, la original y la que había hecho el condenado, se presentaron a 10 oficiales. Algunos confundieron copia y original, y aquello ponía en el camino de la salvación a Bou Meng.
La cárcel S-21 siguió tragando gente y gente durante mucho tiempo, generando torturas, dolor y cadáveres, mientras Bou Meng pintaba y pintaba siempre lo mismo: retratos de Pol Pot. Para que estos fueran colocados en colegios, oficinas y casas particulares, como suelen hacer los dictadores.
En 1979 las tropas vietnamitas liberaron la cárcel y 7 hombres se fotografiaron en su puerta. Los únicos 7 supervivientes del horror de la S-21, y entre ellos estaba Bou Meng, el retratista de Pol Pot. Según sus propias palabras, en cualquier caso, lo peor llegó cuando quedó libre.
Gracias a su familia había resistido todo el tiempo que había estado preso, a la que mantenía en la cabeza para tomar fuerzas y a la que esperaba volver a ver algún día. Cuando lo liberaron, se enteró de que su mujer y y sus dos hijos, dos niños pequeños, habían muerto. Entonces, cuenta Bou Meng, lo que más deseaba era morir.
Foto: BBC