| (El Diolkos de Corinto) |
A pesar de los avances diarios y de que el cambio en muchos sentidos es exponencial con cada mes que pasa, es cierto que sorprende en ocasiones la antigüedad de algunas ideas o inventos. La conocida sentencia latina nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol, nos viene a la cabeza al conocer que ya existió un sismógrafo hace 20 siglos y que por la misma época ya se hablaba de la máquina de vapor. Otro caso de estas ideas pioneras es el diolkos griego.
Durante un buen número de siglos, desde aproximadamente 600 años antes de Cristo hasta el año 900, aunque no siempre con la misma intensidad, se utilizó un sistema para conectar los dos lados del istmo de Corinto, es decir, el golfo de Corinto y el golfo Sarónico. Eran unos 6 kilómetros de calzada pavimentada con bloques de piedra cuyo objetivo era servir de camino para pasar barcos de un lado al otro del istmo. Sí, han leído bien, transportar barcos por tierra.
A lo largo de toda esa calzada los corintios trazaron unos surcos paralelos, separados más menos un metro y medio el uno del otro, y sobre esos surcos se movía algo parecido a un vagón de tren, sobre el que montaban los barcos para transportarlos. En definitiva, estamos ante una versión primitiva del ferrocarril, con el fin además de ser capaces de mover barcos por tierra. Sorprendente.
No esperen, no obstante, que hubiera una máquina tirando de todo ello, a pesar de que ya había alguien pensando en el uso del vapor. No, la fuerza motriz eran los esclavos, algo no tan revolucionario.
Quizás sea un poco exagerado decir que ya los griegos habían inventado el ferrocarril en el siglo VI a.C. y que se aprovecharon de él durante siglos, pero sin duda tampoco estaban tan lejos de la idea. La tecnología llegaría siglos más tarde, pero no la idea.
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