(Alfonso XIII junto al general Miguel Primo de Rivera después de su nombramiento como Jefe del Gobierno y Presidente del Directorio militar) |
El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera, jerezano, lideró un golpe de Estado que acabó con la Constitución de 1876. El desastre de Annual había pasado por encima de la política española y la situación era caótica. Partidos políticos perdidos en una crisis y una sociedad desencantada eran el caldo de cultivo perfecto para que el sable militar se hiciera con el control. Y ese sable fue el de Miguel Primo de Rivera.
En aquel momento, en 1923, Primo de Rivera era capitán general de Cataluña, y el rey, Alfonso XIII, además de la burguesía catalana, ayudaron al éxito del golpe. La sublevación se produjo en Barcelona, pero se extendió al momento. En Madrid se decretó la ley marcial y el rey, que se movía aquellos día entre Madrid y San Sebastián, mantenía conversaciones con unos y otros.
En esos días, el presidente del Consejo de Ministros, Manuel García Prieto, y el rey, tuvieron la siguiente conversación:
—Señor, debéis sancionar a los generales rebeldes a la normalidad constitucional—, dijo el político.
—¿Y cómo se hace eso; con qué fuerzas contamos?—, replicó el rey.
—Contamos con la opinión del pueblo representado en las Cortes, Señor.
Según parece, allí se cortó la charla, debido a las risas, problablemente sardónicas, de los que presenciaron la situación. Tan alejado estaba el político de la realidad del pueblo español, que pensaba que las normas políticas lo eran todo.
Mientras esto ocurría, Primo de Rivera ya había triunfado y era aclamado popularmente. La Constitución de 1876 acabó viendo cómo la dictadura de Primo Rivera nacía y ella desaparecía, siendo a pesar de ello la constitución que más tiempo ha estado vigente en la historia de España, 47 años.