(Franz Kafka) |
Hace unos días me compré los dos primeros volúmenes de los diarios de Iñaki Uriarte. Desde hace muchos meses, y no recuerdo muy bien por qué, lo tenía pendiente. Mientras les echaban un vistazo, me vino a la cabeza la famosísima anotación de Kafka en su diario, en agosto de 1914.
Franz Kafka, el hombre que metió a Gregorio Samsa en un cuerpo de insecto, creando una extraña narración, La metamorfosis, fue un escritor que murió joven. Nacido en 1883, en sus 41 años de vida fue capaz de hacerse un lugar en la historia de la literatura. Y entre las cosas que escribió, dejó rastro en sus diarios.
En ellos, el 2 de agosto de 1914 escribió lo siguiente:
Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, he ido a nadar.
Si tuviéramos que escoger unas pocas fechas en las que ha cambiado la historia, esos momentos estelares de los que hablaba Zweig, aunque en este caso no fuera demasiado estelar sino más bien crepuscular el momento, es probable que el día 1 de agosto del 14 tuviera que estar en la lista. Comenzaba la Primera Guerra Mundial. En cambio, sorprende la normalidad, o quién sabe con certeza qué, con la que Kafka se tomó aquello, poniendo al mismo nivel el estallido de una guerra y su rato de natación.
Quizás sirva esto también para reflexionar sobre lo que nos es cercano o lejano. En un diario personal, es posible que sí tengan la misma relevancia un atentado en el otro extremo del mundo y la sonrisa de un amigo.
Por cierto, antes de morir, Kafka pidió que todos sus escritos fueran destruidos. No sólo no se le hizo caso, sino que se publicaron muchos de sus trabajos, aún incompletos, tras su muerte. Ahí tenemos otra reflexión interesante: ¿hizo bien Max Brod, el editor, es desobedecer a Kafka o tenía total legitimidad el escritor para decidir lo que quisiera sobre su trabajo?
Imagen: Libertad Digital