Béla I (1016-1063) fue un rey húngaro que falleció cuando el dosel de su trono se vino abajo y lo pilló debajo. Quizás no fuera un accidente, quizás sí.
Humphrey de Bohun (1276-1322) murió en combate, lo que no es mal final del todo para un militar y conde. La parte no tan decente es que este británico vio su final con una pica metida en el culo, literalmente, que al fin y al cabo fue lo que lo mató.
Humayun (1508-1556) tuvo la mala suerte de enredarse con su túnica y caerse por las escaleras de su templo, matándose del golpe que se dio en la cabeza. Esto nos puede pasar a cualquiera, Dios no lo quiera, pero es un final poco apropiado para un emperador indio.
Julien Offray de la Mettrie (1709-1751) fue un médico y filósofo francés que tras curar a un hombre, fue invitado por este a una fiesta para celebrarlo. En la misma el médico se dio un atracón de paté de trufa y eso se lo llevó al otro barrio.
Clement Vallandigham (1820-1871) era un abogado comprometido con sus defendidos. Preparando la defensa de un cliente, acusado de asesinato, se disparó accidentalmente mientras tratada de demostrar que era posible disparar accidentalmente aquel arma. Él murió, sí, pero su defendido fue absuelto.
Jim Creighton (1841-1862) fue un bateador que apuntaba una gran carrera en el beisbol. De este tipo de jugadores se espera que golpeen fuerte la bola y la manden a la grada. Bien, pues Creighton golpeó tan fuerte una bola que se causó heridas internas del esfuerzo y eso le costó la vida.
Lady Randolph Churchill (1854-1921) era la madre de Winston Churchill y bajando unas escaleras se tropezó y se rompió el tobillo. Una cosa llevó a la otra y acabó en una caja de madera, después de que le cortaran una pierna gangrenada. ¡Malditos zapatos de tacón!
(Alexander Bogdanov)
Alexander Bogdanov (1873-1928) era un hombre con amplios intereses y diversas teorías. Estaba convencido de que las transfusiones de sangre podían rejuvenecer a un hombre y mejorar su aspecto y salud. Así, se inyectó sangre de un joven, que enfermo de malaria y tuberculosis, le causó la muerte.
Isadora Duncan (1877-1927), la conocida dama de la danza, tuvo la mala suerte de que en un viaje en coche el pañuelo que llevaba al cuello, demasiado largo a todas luces, se enredara en una rueda del vehículo y acabara por romperle el cuello.
Langley Collyer (1881-1947) era un eremita que vivía en Nueva York. Tal cantidad de libros, periódicos y papeles en general acumuló en su casa que un día una enorme pila de estos se vino abajó y lo sepultó. Su muerte fue también la de su hermano, ya que este último era paralítico y ciego y murió de hambre y sed al no ser asistido por nadie durante días.
3 comentarios en “10 muertes indignas y casi ridículas”
Anónimo
Recuerdo un artículo de Isaac Asimov en la revista Muy Interesante sobre este mismo tema, hace muchos años. Recuerdo que hablaba de un muelle de USA donde varios operarios murieron al reventar un depósito de melaza bajo de tal tamaño que murieron sepultados y endulzados bajo una ola de 15 metros.
Recuerdo un artículo de Isaac Asimov en la revista Muy Interesante sobre este mismo tema, hace muchos años. Recuerdo que hablaba de un muelle de USA donde varios operarios murieron al reventar un depósito de melaza bajo de tal tamaño que murieron sepultados y endulzados bajo una ola de 15 metros.
He encontrado un enlace:
http://www.librosmaravillosos.com/ellibrodelossucesos/capitulo48.html
Saludos.
Una muerte ridícula fue la de Thomas Midgley (http://en.wikipedia.org/wiki/Thomas_Midgley,_Jr.), aunque en esta ocasión, su cruel destino quizá fuera una justa venganza…
Gracias PECE por el enlace la verdad es que es otro candidato a "entrada en curistoria por muerte tonta". Gracias :)