La última cena de Da Vinci, destruida para cenar caliente

(La última cena de Leonardo Da Vinci)

Una de las obras de arte más conocidas e importantes de la historia es el mural de La última cena, pintado por Leonardo Da Vinci entre 1495 y 1497 en el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie, en Milán. La técnica usada ya causó bastantes problemas en al conservación de la obra, pero además ha sufrido otros ataques, algunos para echarse las manos a la cabeza.

Decía que adorna la obra una pared del refectorio del convento, es decir, de la sala que servía de comedor a los frailes. Allí se juntaban para degustar los manjares que su mundanal vida les permitía y por lo tanto parece un lugar adecuado para pintar una última cena. A mediados del siglo XVII les surgió un problema a los monjes que les llevó a tomar una decisión y así dejar claro que para ellos primero era comer caliente y luego el arte, por mucho que el arte fuera de Leonardo Da Vinci.

Al parecer, los frailes se quejaban de que a menudo su alimento llegaba frío a la mesa porque había un camino largo desde las cocinas y eso hacía que su degustación no fuera del todo satisfactoria. Y en vista del problema, decidieron tirar por el camino de en medio, nunca mejor dicho, y abrir una puerta en la pared en la que estaba La última cena para así acortar el camino. Y puestos a abrir una puerta, mejor en el centro de la pared y bien grande, para que se pueda pasar sin problemas.

Aquella decisión conllevaba seccionar las piernas y la parte inferior del trabajo de Da Vinci, lo que parece que no preocupó demasiado a los frailes. En la imagen adjunta pueden contemplar la puerta sobre el fresco, ahora ya tapada. Así, el magnífico fresco que forma parte de la historia y el patrimonio de la humanidad fue dañado para que unos cuantos frailes pudieran cenar caliente.

Fuente: En el país del arte, de Vicente Blasco Ibáñez

Curistoria

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  • Si no es por una cosa es por otra, el caso es que los miembros de cualquier religión se empeñan en comandar los designios de sus feligreses como si ellos mismos fueran un dechado de virtudes, y ojo a los susceptibles que digo de cuaquier religión porque no hay ninguna que se salve de no predicar con el ejemplo

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