
El cuadro Duelo a garrotazos es uno de los más conocidos de Francisco de Goya. En él siempre se ha visto a dos hombres enterrados hasta las rodillas peleando y sangrando. Es decir, forzados a enfrentarse, sin poder huir o ni siquiera moverse. Ha sido una metáfora habitual del enfrenamiento entre dos supuestas Españas. Antagónicas y enemigas, pero obligadas a convivir. Pero Goya no pintó enterrados a los dos hombres que pelean a garrotazos.
La obra está actualmente en el Museo del Prado, pero proviene de la Quinta del Sordo, una casa de campo a las afueras de Madrid que compró Goya. En sus paredes pintó unas cuantas obras, las conocidas como Pinturas Negras, algunas de las cuales están entre las más destacadas de su producción. Sin ir más lejos, el magnífico Perro semihundido proviene de ahí, o el Saturno (devorando a su hijo).
Goya no pintó enterrados a los dos hombres que pelean a garrotazos, sino que los creó libres sobre un campo
Goya pintó estas obras en los primeros años 20 del siglo XIX, y en 1828 falleció. Medio siglo más tarde, un barón llamado Frédéric Émile d’Erlanger compró la Quinta del Sordo y con ella los murales del pintor. El nuevo propietario puso en manos del restaurador y pintor Salvador Martínez Cubells el trabajo de pasar las pinturas de la pared al lienzo. Martínez Cubells era restaurador del Prado, pero el proceso no era sencillo y tuvo sus consecuencias.
Entre ellas, la pérdida de partes de varias obras que se quedaron adheridas a la pared o se perdieron en el proceso de traspaso al lienzo. En esas zonas perdidas se hicieron intervenciones para salir del paso lo mejor posible. Entre las perjudicadas se encontraba el Duelo a garrotazos, que perdió su parte inferior. Y fue ahí cuando se enterraron las piernas de los dos hombres en una masa de tierra o arena, condenándolos a no poder moverse.
Sabemos esto porque, antes de que liberaran las obras de los muros de la Quinta del Sordo, el fotógrafo Juan Laurent tomó imágenes de todas las paredes. Fotos precarias, cierto es, pero que son un tesoro y un reflejo de la obra que pintó Goya originariamente.

Y es ahí, en las fotos, donde se pueden ver, o al menos intuir, las piernas de los hombres que se están dando palos. Por lo tanto, no están enterrados e inmóviles, obligados a soltar garrotazos sin otra opción, sino que en la visión de Goya se encuentran sobre un campo de hierba o algo similar, y podrían moverse sin problema.
Esto modifica la visión de la obra radicalmente. Es cierto que le quita fuerza y capacidad evocadora, como también anula esa visión tan arraigada que la relaciona con la maldición de las dos Españas. A cambio nos da otras lecturas, como es lógico. La más obvia, siguiendo con la metáfora del enfrentamiento nacional, que no estamos condenados a la inmovilidad. Que podemos movernos, alejarnos y evitar el garrotazo, o acercarnos y hacer imposible el golpe por la propia cercanía.
Excelente dato. En verdad, agrandando la foto de la foto que se incluye en el artículo, lo poco que permite su escasa nitidez, sí se puede distinguir tenuemente las piernas completas del hombre a la izquierda del cuadro; no tanto así las del otro; me parece que porque están situados en un terreno con vegetación; no sé si me engañe mi vista.
Lo cierto es que en verdad no están hundidos en la tierra. Sería excelente que se generara una imagen forense de la foto original con tecnología adecuada, que suelen usar museos, antropólogos, arqueólogos e investigadores criminalísticos; para obtener una imagen con mayor claridad.
La verdad es que la foto tampoco es la mejor, lo que es de esperar dada la fecha. Pero nos da pista y varios investigadores han trabajado en el tema, por lo que no me extrañaría que esa parte de estudio con imágenes de rayos X o cosas similares estuviera ya hecha.
Un saludo.