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El púrpura de Tiro, el color de los emperadores que proviene de un caracol

(El púrpura de Tiro en tiempos de Roma)

Siempre me ha llamado la atención cómo se han ido produciendo a lo largo de la historia los distintos pigmentos con los que se han generado los colores que luego se han usado para realizar las obras de arte, sea sobre lienzo o al fresco. Eso sí, me declaro también un total ignorante del tema. Antes de que todo fuera sintético, se obtenían pigmentos de la propia naturaleza. De piedras, de tierras, de plantas… y hasta de moluscos, como el que hoy nos ocupa. Eso sí, este está más centrado en un tinte con fines textiles que con fines artísticos.

Entre esos colores clásicos y casi míticos está el púrpura de Tiro, también conocido como púrpura real o imperial. El púrpura siempre ha estado asociado a los nobles, a los emperadores, a los altos jerarcas religiosos… Ese color en los ropajes distinguía al pueblo de las clases altas. Como siempre, producir el color era caro y eso lo hacía asequible a pocos.

El púrpura de Tiro debe su nombre a la ciudad costera del Mediterráneo, que tiene una antigüedad considerable. Casi 3.000 años antes del nacimiento de Cristo ya estaba allí de un modo u otro. El pigmento no es tan antiguo como la ciudad, pero sí data del 1.600 a.C., que tampoco es un tiempo despreciable.

Como decíamos, producirlo era complicado. El púrpura imperial se obtenía de una parte de un caracol de mar. Según parece, hacían falta unos 9.000 ejemplares para obtener un gramo de ese púrpura tan exclusivo. En el siglo XIX se llevó a cabo algún experimento para reproducir el proceso y el resultado fue así de alarmante. Miles de animalitos sacrificados supone mucho trabajo de captura, pero además el tratamiento de cada ejemplar no era sencillo. Había que coger cada caracol, abrirlos con las herramientas adecuadas y aprovechar las pocas gotas de líquido que el animal segregaba. Las genera precisamente cuando se siente atacado físicamente, cuando recibe el daño. A pesar de todo esto, era un gran negocio. Eso quiere decir que los adinerados, como ha ocurrido siempre, estaban dispuestos a pagar mucho por ese color y distinguirse así de los que no podían pagarlo.

Miles de moluscos abiertos uno a uno, para generar gota a gota el tinte necesario para teñir una prenda. Cuando en el futuro vean ese púrpura clásico de algunas túnicas romanas, por ejemplo, piensen en cuántos caracoles tuvieron que morir para dar ese color a la tela.

Curistoria

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