(batalla del Somme) |
El fútbol es uno de los entretenimientos más extendidos e importantes del mundo. Tanto es así que hay muchas personas, más de las que pudiera parecer a primera vista, intuyo, cuya vida gira en torno al fútbol como afición. Gente que pasa el día en trabajos normales y a los que unas cosas les interesan más que otras, pero a las que ese deporte les llena los fines de semana y todos los días laborables que tienen una s en el nombre. Esto, de todas formas, viene de largo ,y ya hace un siglo, en la Primera Guerra Mundial, el fútbol dejó su poso.
Desde la archiconocida tregua de Navidad, cuando alemanes y británicos echaron un partido en la tierra de nadie, hasta el alistamiento de equipos enteros de fútbol para formar parte de los Royal Scots, tenemos ejemplos de la relación entre ese deporte y la guerra. El futbol, también en estos casos, y revuelto con la guerra, era un pilar para muchos hombres. Para mantener la moral, así como para matar las muchas horas de tedio y espera. Por todo esto no es de extrañar, o sí, que un oficial inglés, el capitán Wilfred Neville, entregara a sus hombres cuatro balones de fútbol, para que fueran pateándolos mientras se dirigían al combate en la batalla de Somme, en julio de 1916. La unidad de Neville era el 8º East Surreys, y uno de los balones tenía escrito: Final de la Gran Copa Europea; East Surreys contra los bávaros.
Aquel día de 1916 la división británica de Neville consiguió sus objetivos, aunque se dejó sobre el terreno un buen numero de vidas, entre las que se contó la del propio Neville No obstante, aquel hecho relacionado con el fútbol pronto fue conocido y hasta se escribieron algunos versos sobre él. Uno de los balones sobrevivió al combate y a la guerra, por lo que tuvo más suerte que centenares de miles de hombres que acabaron sus días enredados en la batalla del Somme. Ese balón está en el museo del regimiento de los East Surreys, recordando a todos que el fútbol estuvo presente en el Somme, y, quién sabe, quizás hasta divirtió a algunos hombres y les permitió olvidar por un momento el horror al que se dirigían y que los envolvía.
Según los informes del batallón de aquel 1 de julio:
A las 7:27am la compañía “B” comenzó a moverse fuera de sus alambradas. El capitán Neville se movía con calma por delante de sus hombres dando órdenes ocasionalmente para mantener la formación dentro de la línea de avance. Esta compañía llevó cuatro balones con ellos y fueron vistos regateando [con los balones] entre el humo de nuestro intenso bombardeo sobre las líneas de los Hunos.
Fuente: The First World War in 100 objects, de Gary Sheffield