(Jerónimo y sus guerreros en Sierra Madre, poco antes de rendirse) |
Cuando pensamos en las tribus de indios nativos de Norteamérica, no es raro que nos vengan a la cabeza hombres con el pelo largo, montados a caballos, guerreando o cazando. En cambio, al imaginar a sus mujeres, no las vemos a caballo y peleando, disparando flechas o blandiendo una lanza. Pero al menos una mujer, Lozen, destroza este mito.
Nacida en torno a 1840, Lozen era una apache, concretamente de los Chiricahua. Su hermano, Victorio, era un importante jefe y ambos unieron sus fuerzas para defender a su pueblo y su libertad, considerando inadmisibles las condiciones de vida a las se veían obligados.
Lozen, para sus compañeros, tenía poderes, tanto para hablar con los espíritus como para sacar ventaja en el campo de batalla. Gracias a ello, y probablemente también a su carácter, era aceptada en los consejos de guerra y, vestida como un guerrero, tomó parte en un buen número de combates. De ella hay historias sobre cómo cabalgaba en la lucha y cómo ayudó a mujeres y niños en peligro, siendo una inspiración para todos.
Cuando su grupo de apaches se cansó de las condiciones en las que vivían en la reserva a la que habían sido enviados, la abandonaron y comenzaron, en torno a 1877, una pequeña rebelión. Ella y su hermano resistieron y guerrearon durante un tiempo, aunque finalmente acabaron vencidos. Lozen volvió a luchar por su libertad, esta vez junto al mítico Jerónimo, aunque con el mismo triste resultado para su bando.
En 1889 falleció de tuberculosis, de nuevo recluida. De Lozen dijo su hermano que era su mano derecha, que era fuerte como un hombre y más valiente y astuta que la mayoría de ellos. Lo demostró en sus acciones, combatiendo y escapando por territorio enemigo, planeando los combates y liderando a sus compañeros de rebelión.